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Juan Pablo Roncoroni, Villa Gesell. Tengo varios blogs que versan sobre distintas cosas... la cerveza, el placer de viajar y escribir.

martes, 14 de julio de 2009

Perú 3 Huacachina - Paracas - Is. Ballestas -

Continuación Día 24: Miércoles, 13 de mayo de 2009

Cuando salimos de Nazca el cuenta kilómetros marcaba: 146.402, llevábamos recorridos 6359
kms.
Nuestro objetivo para ese día era llagar a Huacachina, una laguna ubicada en medio del desierto.


Pasamos rápidamente por Palpa. Si se toma como referencia a la carretera Panamericana, Palpa se ubica a unos 400 km al sur de Lima, a 100 al sur de Ica y a 50 km del norte de Nazca. Palpa es la ciudad más pequeña en el grupo de ciudades importantes de la Región Ica después de San Clemente en Pisco. Si bien su vecina Nazca, es más famosa por sus atractivos arqueológicos, Palpa los tiene en igual o mayor medida, se destacan entre su patrimonio las Líneas de Palpa y los petroglifos de Chichictara (foto superior). Sin embargo, la mayoría de los turistas sobrevuelan como en nuestro caso sólo las Líneas de Nazca, y obvian las de Palpa. Bueno... para nosotros sobre volar las Líneas de Palpa hubiera sido una extensión de la tortura que significó volar sobre las de Nazca. También es frecuente que se pase de largo de propia ciudad de Palpa, como por ejemplo en nuestro caso. Sin embargo, ese paso fugaz nos fue más que suficiente para llegar a la conclusión que es más linda que Nazca. La Ciudad y su área productiva está en un valle regado por el Río Grande, lo que genera una oasis en el desierto. Antes de llegar a la ciudad se comienzan a ver fincas bien cultivadas, repletas de verde y frutales.

Moto Taxi en Palpa

Ese día nuestro recorrido no fue muy extenso porque el oasis de Huacachina se encuentra aproximadamente a escasos 150 kilómetros de Nazca. Por lo que llegar no fue un largo periplo, estuvimos allí poco antes del medio día. Huacachina se encuentra en las afueras de la ciudad de ICA. Nosotros obviamos este gran conglomerado urbano y nos dirigimos directamente a la laguna de Huacachina. Dicen que este lugar es el único Oasis en Sudamerica. Cuando uno llega y ve Huacachina por primera vez inconscientemente busca a Rodolfo Valentino ataviado con la ropa que utilizó en The Sheik; pues la escenografía es ideal para aquella película del cine mudo. Sin embargo uno no está en ningún desierto poblado de beduinos, porque esta en el Perú. Hucachina tuvo su mayor auge como localidad turística en los años 50, y su nombre está asociado a una leyenda. Según cuenta la tradición...una bella mujer al enterarse de la muerte de su amado, que era un vigorosos guerrero inca, comienza a llorar. Y tanto llora que termino por dar origen a laguna que está en medio del desierto. También pertenece a la mitología popular la creencia de que en las noches de luna llena, la desconsolada doncella llama desesperada al guerrero inca, de allí que Hucachina quiere decir: Llamado de la mujer.

Hucachina es una diminuta villa turística que se desarrolla al rededor de la laguna homónima, cuenta con algunos hoteles y restaurantes. Este equipamiento turístico en muchos casos exhibe su vieja data. Al rededor de la laguna hay una rambla que conserva el aspecto señorial de tiempos más prósperos en el lugar. Es muy agradable recorrer este paseo. El pueblo está enclavado al rededor del espejo de agua y se encuentra rodeado por dunas enormes. Cuando decimos enormes nos referimos a 200 metros desde la base hasta la cima. Enorme también es la superficie que ocupan estas dunas en el mar de arena que comprende el desierto del Perú.

Buscamos un camping pero no dimos con ninguno, había un lugar que contaba con baños, agua caliente, una especie juguera como las de playa, y un lugar para estacionar la camioneta, pero no era un camping, más vale parecía un pasillo. Entonces lo descartamos y haciendo uso de la Lonely Planet (del Perú, vesrsión en castellano) nos dirigimos al rancio Hospedaje Salvatierra. Este establecimiento estaba recomendado entre los categoría económicos, y no podíamos pretender mucho.



El hucachinesco lugar de hospitalidad, tiene un verde jardín, amplio estacionamiento y una pileta de natación cuyo primer golpe de vista le da ciertas infulas de categoría superior. Pero, no se ilusionen es sólo la primera impresión, porque traspuestas las galerías abiertas iniciales nos encontramos con la más pura esencia del Hospedaje Salvatirra. El establecimiento arquitectóncamente es antiguo pero poco agraciado, y además ostenta la rancia pátina que sólo pueden pincelar numerosos años de abandono. La habitación que nos asignaron era amplia, con cielo-raso alto y decoración de mal gusto. Poseía un cuadro en que se veía una laguna de Hucachina producto de un delirio onírico. Pero eso era anecdótico, el cubre cama estaba raído, la lamparita colgaba del techo y el juego de cama matrimonial y mesas de luz eran de estilo , de estilo muy feo. La pintura se descaraba en todas partes y el amplio baño era a cielo abierto y con instalaciones decrépitas y herrumbradas. Sin embargo la habitación era limpia, y el colchón aceptable. En fín, recomendaríamos especialmente el Albergue Salvatierra, no se lo pueden perder. Es posible dormir cómodamente en el lugar, y el agua de la ducha sale caliente. Quienes nos atendieron fueron amables, y el lugar daba sensación de seguridad. El precio es lo mejor U$D 13 y pico (40 s0les la doble)


Una vez instalados en el "Palacio Salvatierra", y el personal del establecimiento nos ofreció una excursión que consistía en: Un paseo vertiginoso por las dunas a bordo de un arenero 4x4 de 10 plazas, equipado con un potente motor naftero V8. El horario de salida de la excursión era a las 15:00 horas (lo que equivale a las 13:00 hora argentina porque hay una diferencia de 2 horas). Precio: 35 soles por capita (24 dolares ambos) Teníamos tiempo para almorzar, así que siguiendo la recomendación de la chica que atendía en la conserjería fuimos a un restaurancito que distaba a una cuadra de la laguna. El que resultó se muy apetecible. El chicharrón de pollo (pollo cortado en cubos, rebosado y frito) estaba muy bien, y la chichita morada también (bebida no alcohólica, hecha a base de maíz morado).
Luego de una corta siesta nos dispusimos a la aventura.
El conductor de nuestro arenero, y de todos los areneros que veíamos por las dunas, resultaron ser unos dementes. Cuando subis al Buggy te recomiendan especialmente que te coloques unos cinturones de seguridad similares a los de competición. Una cinta con la hebilla pasa entre las dos piernas, y otras 2 formando una V por los hombros, de tal forma que ambas hebillas se encuentran y cierran en el pecho. Pudimos observar que los anclajes de los cinturones no eran muy confiables, un par de remaches pop fijaban las cintas del cinturón a las butacas. Bueno era lo que había. Luego hacernos pagar una pequeña tasa de 3,55 soles para entrar a las dunas, nuestro conductor encaró el medanal a una velocidad vertiginosa y comenzó a hacer piruetas con el vehículo que nos subían respectivamente (y según corresponda) ovarios y huevos a la garganta. Sin embargo, la adrenalina que el paseo producía y la belleza de las inmensas dunas hacían que sea una experiencia agradable, casi adictiva. Cada maniobra vertiginosa producía un grito histórico, al unisono y en varios idiomas. Luego de un rato, el chofer paró y bajó las tablas de Sandboard. La experiencia que teníamos con Geral en este deporte era (y sigue siendo nula) por eso elegimos tirarnos de panza sobre la tabla. Los descensos veloces se repitieron varias veces, y nuestro guía luego de pasar a buscar a todo el grupo, elegía una duna más grande que la anterior , la cual era trepada en el arenero para que nosotros nos tiráramos otra vez. La experiencia fue hermosa, fue muy divertido y muy agradable hablar con gente de otras partes del mundo.
En un momento dado yo tuve la oportunidad de hablar con el conductor, guía e instructor peruano de rudimentos del Sandboard. (El señor de remera color salmón de la foto de más abajo)
Mantuvimos la siguiente conversación:

Peruviam - ¿Ustedes son los de la Land Rover que está en el hotel?
Argentiniam - No, no es una LR es una TATA, un vehículo fabricado en la India por una empresa que actualmente es propietaria de Land Rover
Pe - ¿Y por que no la trajeron a las dunas?
Ar - Porque no es 4x4, es 4x2. Pero sin embargo en nuestro país nos metemos en la playa con la TATA, y hemos trepado dunas, pero 10 veces más chicas que estas.
Pe - (Despectivo) ¿Y donde piensan ir con eso?
Ar- (Pienso y no digo... ¿Eso? Se te habrá escapado... es la TATA) Vamos de aquí a Lima, y de allí subiremos a la Sierra e iremos a hasta Cuzco... Tooodo por camino de montaña. (digo orgulloso)
Pe - (Taxativo) Esa camioneta no va llegar, se va romper.... No, no va llegar... No tiene fuerza para traccionar en la sierra.

Ar- (Lo incinere con la vista, y tuve ganas de golpearlo pero me contuve) - Uyyy que mala onda que tenes hermano peruano.... Ya veremos, ya veremos. Te voy a mandar fotos.


Es increíble como a la gente de cualquier lugar le encanta cortarle las alas a tus sueños. Jamás se debe prestarles atención. Geral me dijo: ¡no le des pelota es un salame! Debo reconocer que el tipo fue capaz de generarme cierta angustia, y hacer que me imaginara el desastre quedar tirado con la TATA en medio de la montaña en un camino solitario y de ripio. Lejos de todo.
Pero la historia fue otra, nuestra TATA hizo todo el recorrido sin mayores problemas, demostrándole 12.729 veces (una por cada kilómetro) a ese señor lo boludo que era.


Más haya de sus comentarios poco oportunos con respecto a nuestra TATA, debo reconocer que el guía resulto ser un excelente conductor, y nos hizo vivir un momento de mucha adrenalina. También fue muy lindo ver caer el sol sobre esas inmensas dunas antes de llegar a Hucachina. Un vez regresados al pequeño pueblo nos tomamos un pequeño descanso, y por la noche volvimos al mismos restaurancito del medio día con un hambre de leones. Por supuesto que ajusticiamos a los platos deliciosos peruanos que se nos presentaron sobre la mesa.







Día 25: Jueves , 14 de mayo de 2009

Al día siguiente, luego del desayuno y de un paseo corto por las inmediaciones de la laguna nos dispusimos a partir para seguir nuestro camino hacía el norte.








Para retomar la ruta panamericana tuvimos que transitar por las afueras de la ciudad de ICA, en otra ocasión hubiéramos visitado esta ciudad, pero la urgencia por llegar a Lima, y los días de retraso que llevábamos en el viaje programado hicieron que pasáramos de largo. Cuando ganamos la ruta, como siempre, estábamos nuevamente en el desierto, siempre el desierto.

Sin embargo la jornada de viaje fue cortita porque la distacia a cubrir rondaba los 70 kilómetros. Primero llegamos al pueblo de Paracas (pocos kilometros al sur de la ciudad de Pisco), una diminuta localidad bastante pintoresca ubicada en la bahía del mismo nombre, allí evaluamos las posibilidades de alojamiento y finalmente decidimos dormir en la camioneta dentro al Parque Nacional Paracas.



Una vez en la zona que protege al ecosistema desértico y costero, primero visitamos el centro de interpretación y el yacimiento de fósiles que se encuentra sobre la costa y a pocos metros del referido edificio. Fue una experiencia muy bonita, y luego comenzamos a bagar con la TATA por los caminos polvorientos de la Reserva. El paisaje es increíble el contraste del desierto con el profundo azul del mar es de una belleza que oprime, y que es iluminada por el dios inti. Los acantilados, las aves marinas y la nada o el todo desierto del otro lado... muy lindo. Digamos que es un tipo de belleza a la que no estamos acostumbrados los habitantes de la pampa argentina.






Vimos formaciones rocosas tales como la Catedral (foto arriba), que gracias a la erosión es más vale capilla, y en poco tiempo más no va ser nada. Avistar la costa desde diferentes puntos del recorrido fue espectacular.












Luego de recorrer un poco los senderos desérticos, y preguntar cual sería un buen lugar para acampar dentro del parque, nos dirigimos a la Playa la Mina. Donde almorzamos unos sanguches y nos pasamos toda la tarde disfrutando del paisaje, y recorriendo la playa paradisiaca que se ubicaba debajo del acantilado que donde estacionamos la TATA para luego dormir. El lugar es presioso, Geral se dedico a buscar caracoles, y observar raros moluscos que habitan entre las piedras. Disfrutamos mucho de las aguas cristalinas, sin osar meternos en ellas; y observamos y no nos cansamos de observar las aves marinas. En la playa misma pudimos ver que acampaba una familia peruana que tenía estacionada la camioneta (una Mitsubishi Montero) junto a la nuestra. Como buenos argentinos nos deleitamos con unos buenos mates en la playa.



















El atardecer fue increíble y nos dedicamos a inmortalizarlo con nuestra Cannon y todo fue bien hasta que callo la noche.



Ya de noche comimos dentro de la camioneta, mientras leíamos la Lonely Planet para ver cual serían nuestros próximos pasos. Geral me leyo un parrafo sobre el problema de la seguridad en el Parque Nacional Paracas, que me puso bastante nervioso. No debería haber prestado atención porque toda la guía se dedica a recalcar lo peligrosos que son todos los lugares del Perú. En fin nos acostamos algo intranquilos. Yo preferí no sacarme ni el pantalón, ni los zapatos pensando que sería mejor pelear vestido con los posibles asaltantes que vagaban por mi imaginación. El sueño me fue venciendo mi estado de alerta, y medio dormido me pareció escuchar el crujido de un papel celofan dentro de nuestro tachito de basura ubicado entre los dos asientos delanteros, pero no le presté demasiada atención. Al rato Geral grito ¡HAY ALGO ADENTRO DE LA CAMIONETA... En el tacho de basura! Y luego comenzamos a sentir que algo caminaba por arriba del techo de la TATA. Esa caminata nocturna sobre la carrocería de nuestra camioneta era realizada por un ejercito de cientos de seres. Yo dije, mentiroso y para calmar a Geral: Han de ser gaviotas. Y Geral, que ya había identificado el mismo ruido que escuchamos en varias oportunidades entre las tejas y el entablado del techo de nuestra casa grito ¡SON RATAS... CIENTOS DE RATAS! Cuando las escuchabamos urgetiando en el techo de nuestra casa en Villa Gesell serían menos de una decena, pero sobre el techo de la TATA en el Parque Nacional Paracas esa noche eran incontables, caminaban, iban y venían. Es más una o dos de ellas habían logrado colarse al interior del vehículo y hurgueteaban el tacho de basura y caminaban desesperadas sobre nuestro botellón de agua. La fiesta ratil duro toda la noche, y el sueño más que sueño fue una pesadilla. Estábamos desesperados porque llegara el amanecer para irnos del lugar cuanto antes, dado que en medio de la noche era poco menos que imposible.

Día 26: Viernes, 15 de mayo de 2009

A la mañana siguiente pudimos observar sobre la camionte las múltiples pisadas de las ratas, tal como se ven en la foto superior. Luego de sacar a practi potty (inodoro químico) afuera y hacer uso de él disfrutando de el paisaje. Me dispuse a ir hablar con un pescador que vivía en una pequeña casa rorante (que ya había perdido la capacidad de rodar) a pocos metros del lugar donde estaba la TATA.

El hombre resulto ser un peruano muy amable y abierto a mis preguntas. Interrogado sobre el tema ratas me dijo ¡Aca no hay algunas ratas... hay millones de ratas! Son insoportables no puedo dejar la casa rodante abierta, una vez deje una bolsa de pan arriba de la camioneta y no cerré bien las ventanillas, se metieron las ratas y me hicieron un desastre. Por favor señor, haga la denuncia en la oficina del parque porque a mi ya ni me escuchan. Una vez vinieron a acampar uno franceses en carpa, haya abajo en la playa, y las ratas casi se los comen. Bueno, por lo menos le comieron toda la comida.

Luego hablamos un rato sobre si se pescaba o no, y si se podía vivir pescando en la costa del parque. El señor tenía una economía de subsistencia y permanecía allí sin que nadie lo moleste, salvo las ratas... esta claro.






Pensando en como habrían pasado la noche los acampantes que estaban en la playa ubicada debajo del acantilado donde dormimos en la TATA comenzamos a acomodar las cosas para partir Nos preguntamos ¿Las ratas se habrán comido a la familia completa? No constatamos tan truculenta posibilidad, montamos en la TATA y partimos a hacer la denuncia a la oficina del Parque. Bueno el libro de actas, quejas o cualquier cosa que tuviera visos notariales brillaban por su ausencia. No entregaron una hojita suelta y una lapicera para que hagamos la denuncia. Suponemos que dicha hoja posteriormente fue utilizada para cubrir la escasez de papel higiénico.
Ante la sugerencia de que pongan veneno para ratas, nos dijeron que eso no se podía hacer porque las aves podrían comerlos y morir, como si semejante población de exóticas e invasivas ratas no constituyera una depredación enorme de huevos de cormoranes, pelicanos y ostreros. También nos dijeron que estaban esperando un producto especial que tenía que venir de Cuba para controlar la población de roedores. Cosa que nos sonó a tal vez algún día llegue. En pocas palabras, no harían nada para resolver el problema de la plaga. Demasiados problemas tiene Cuba, luego de tantos años bloqueo, para tener que asumir los problemas de Perú con las ratas.

Volvimos al pueblo de Paracas para embarcar y hacer una excursión a las Islas Ballestas. Cuando estábamos ingresando al pueblo un tipo se cruzo adelante de la TATA, como si fuera distraído leyendo el diario, a propósito para disminuyéramos la velocidad. Mientras dos cómplices intentan meter medio cuerpo por las ventanillas abiertas para venderte la excursión a las Islas Ballestas. El día anterior nos habían hecho una jugarreta similar, cruzándose y tirando una nena arriba del capot. Los tipos están definitivamente locos, y según pudimos averiguar después, tiene la cabeza quemada por el alcohol y las drogas. Hacen toda su jugarreta para encajarte, si fuera posible de prepo, la excursión. Se genera una situación de mierda, porque uno no sabe si lo van asaltar o qué. Es insoportable. Obvio que los mandamos a la mierda, y no les compramos ninguna excursión, incluso nos quejamos ante el personal de seguridad del puerto. Adquirimos la excursión en una de las tantas oficina que se dedican a ello, teniendo un criterio para elección muy lógico. Elegimos la que se nos dió la gana y no la que nos querían imponer. En Perú los vendedores callejeros, trapitos de restaurantes, y buscas vidas errantes son sencillamente insoportables, directamente martirizan a los turistas; a tal punto que uno tiene la sensación que va ser secuestrado y obligado a comer en tal o cual restaurante. Si bien uno se siente molesto con todas estas situaciones desagradables, las mismas demuestran un estado de pobreza y desesperación extrema, aun más grande que en nuestra Argentina. Lo que termina generando más angustia en el visitante, porque es imposible resolver la situación de todos. Uno puedo comprarle una muñequita a una chola, pero no mil muñequitas a mil cholas.




Hasta que se hizo la hora de embarcar a las Islas Ballestas, estuvimos un rato en la costanera de Paracas, donde Geral hizo amistad con un pelicano, que daba de vivir con la propina recaudada a dos presuntos pescadores desocupados. Cuando le dabas unos soles a los propietarios de los pelicanos, el pelicano recibía un pescadito y la saludaba a Geral con graciosos movimientos. Si Geral quería que el pelicano la vuelva a saludar, yo tenía que poner más soles. Así funciona el capitalismo salvaje.






Finalmente subimos a las grandes lanchas para turistas y fuimos a las islas ballestas, ubicadas a unas pocos kilómetros, unos 20 minutos de navegación. Como suele ocurrir en estos casos, la variedad idiomática escuchada en la lancha era digna de la Torre de Babel. El guía nos iba explicando y relatando en castellano, ingles y francés. Pues los turistas presentes eran parlantes de alguna de esas lenguas, pero también había gente que parecía china, japonesa o coreana. Sin embargo el guía no los tuvo en cuenta. Así funciona la discriminación idiomática... ¿Qué le costaba al guía decir una vez más todo en chino, coreano y japonés? ¿Años de estudio? Bueno si empezamos con los pretextos....

Ya saliendo del pequeño puerto de Paracas, sobre una de la orillas pudimos apreciar el "candelabro", o el tridente para los revisionistas, un petroglífo de origen incierto que está dibujado sobre la ladera de lo que parece ser un médano. Sin embargo la superficie de la elevación es dura y resistente a la erosión de los siglos. Si hay arena, esta está solo en la superficie, y en una cantidad incapaz de tapar los profundos canales que forman el candelabro. La incertidumbre sobre el origen del candelabro ha agudizado la imaginación más que la investigación científica.
Dicen que lo hicieron los indios Nazcas para comunicarse con los extraterrestres, o sea el candelabro sería algo así como otra central telefónica ubicada en la costa, y complementaria de la que se encuentra en pleno desierto de Nazca (Líneas de Nazca) Así funcionarían las telecomunicaciones intergalácticas en tiempos pretéritos.

También dicen que el candelabro podría haber sido realizado por navegantes o piratas para determinar la posición de las embarcaciones. Cuando veían el candelabro, sabían precisamente eso, que estaban cerca del candelabro. También hay otra teoría tan importante... que no la recuerdo.

Luego de unos minutos de navegación llegamos finalmente a las Islas Ballestas. La excursión consiste en rondarlas con la lanchita, y no echar pie a tierra en ellas. Las Islas Ballestas, son conocidas también como las islas Galápagos de los pobres. Pues por escasos 35 soles es posible visitarlas. Seguramente este es un invento de las clases sociales sólo un poco menos acomodadas, a las que en su afición lacrimógena les encanta definirse como pobres. Diciendo: ¡Que calamidad no pude ir a las Galápagos, tuve que conformarme con las bellas aves, magníficos lobos marinos, y esplendoroso paisaje de las Islas Ballestas! Personalmente creo que los pobres usarían los 35 soles para comer. Me parece que los únicos pobres que las visitan son los pescadores artesanales que se procuran el sustento diario en sus inmediaciones.
Las islas Ballestas son unas formaciones rocosas que emergen y están rodeadas por el Océano Pacífico, cuyos principales habitantes son miles de aves y lobos marinos. Pero en las islas también es visible la presencia humana, dado que en las mismas funciona una guanera. Este emprendimiento se dedica a recolectar caca de pájaro con fines industriales. La explotación del guano fue en otras épocas uno de los principales renglones de las exportaciones peruanas. Pero con la llegada de los fertilizante artificiales la actividad se retrajo. Sin embargo, aunque en menor proporción, se sigue juntando caca de pajarito. Otros habitantes circunstanciales de las islas son los pescadores artesanales que tienen permitido explotar la riqueza del mar a pequeña escala.




Fue una experiencia notable observar desde la lancha a las colonias de lobos marinos, algunos pachorrientos y otros combatientes entre sí. El color de los lobos es marrón, y lo que difiere de la tonalidad más oscura que suelen tener sus parientes marplatenses argentinos. Las crías de lobos marinos son de una dulzura que conmueve.


Cuando uno habla de pingüinos se imagina el continente antártico, o al menos las gélidas costa patagónicas. Sin embargo los pingüinos de Humboldt, son habitantes propios de las costas del norte de Chile y Perú. Las Islas Ballestas se encuentran entre el trópico de capricornio y la linea del ecuador, por lo tanto allí los pingüinos de Humboldt son primos tropicales de nuestros argentinísimos pingüinos de Magallanes. Para diferenciar a ambas especies se requiere de una observación atenta, dado que son casí iguales. Concretamente la diferencia entre las dos de aves, que con su nombre le brindan homenaje al Barón Friedrich Heinrich Alexander Barón de Humboldt (padre de la geografía moderna) y a Don Fernando de Magallanes (jefe de la expedición que circunavego por primera vez el planeta), no es solamente que uno de los exploradores es alemán y el otro español. El pingüino de Humboldt, tiene una sola raya negra en el pecho, mientras que el de magallanes tiene dos. Pero ambos visten impecable frac. Pudimos ver relativamente pocos pingüinos de Humboldt en las isla ballestas, pero disfrutamos igual de ellos.





Otras aves fijan domicilio en las Islas Ballestas, entre las cuales podemos encontrar: zarcillos, piqueros, cormoranes que se precipitan en picada al mar para capturar peses distraídos pero sustanciosos, pelicanos que deslumbran con su simpatía y belleza, y otros plumíferos que se empeñaban en sobrevolar nuestra lancha casi tapando el cielo. Es de conocimiento público que a las aves les encanta cagar en vuelo, por eso algunos turistas franceses se tapaban preventivamente con sus sombreros la cabeza mientras gritaban... ¡MERDE! Afortunadamente con Geral no fuimos alcanzados por el bombardeo guanistico. Bueno de las islas en cuestión hablan mejor las fotos que nosotros.











Una vez puestos por la lancha en tierra continental, abordamos otra máquinas, que esta vez fue la TATA, y nos fuimos hasta el monumento que rinde homenaje al Gral. San Martín. El monolito piramidal esta enfrente al pueblo de Paracas, porque fue en esta bahía donde el general correntino desembarco con sus tropas el 20 de junio de 1820, lo que implico el comienzo de la derrota realista en el Perú, y la libertad del continente. San martín ya había liberado Chile, y arribo al Perú utilizando los servicios de la flota inglesa. Cuando uno estudia la historia en los libros y en los mapas es difícil imaginar la dimensión de los hechos. Pero cuando se está en Paracas, y se ve ese desierto, se descubre lo grande que fue la gesta del libertador de América. Basta imaginar a las divisiones de granaderos, los caballos, los cañones y otros pertrechos bajando de los barcos. Más de 4000 hombres pisaron el suelo peruano aquel 20 de abril, unos 3000 infantes, 600 de caballería, y 400 artilleros. El desembarco en la bahía no fue en un principio una actitud temeraria a nivel militar; porque los realistas como primera medida, salieron corriendo. Me imagino que en principio el enemigo más grande de las tropas argentinas , chilenas y peruanas recién llegadas fue ese inmenso y árido desierto. San Martín, entonces ,fijo su cuartel general en la cercana ciudad de Pisco, cosa que nosotros no hicimos. Porque una vez concluida la corta visita al monumento decidimos pasar de largo.


Las afueras de la ciudad de Pisco no son muy alentadoras, y la ruta se encontraba cortada por mantenimiento -aunque parezca mentira. Así que tuvimos que dar unas cuantas vueltas por desvios que atravesaban suburbios muy feos. Fue una dura lucha contra las Kombis asesinas, los taxis y el polvo del desierto. En el trayecto vimos bodegas y viñedos que afloraban como oasis en el desierto. El objeto de estas uvas no es el vino, sino la producción de Pisco. El Perú es un país productor de vino y pisco, porque posee las climáticas y geográficas para hacerlo. Pero no se puede comparar con Chile y Argentina, por la calidad de su territorio vitivinícola, y sobre todo por su nivel de desarrollo tecnológico. Por distintas circunstancias histórica la industria del vino en Perú sufre un retraso de 50 años con respecto a Chile y Argentina. Los métodos de producción peruanos utilizados actualmente, se pueden ver en Mendoza y Santiago solamente en museos. Este retraso, no deja de ser interesante para el visitante. Este análisis no pretende se peyorativo para el Perú. Es una realidad que le toca vivir al país hermano, debido a la reforma agraria que no le solucionó el problema a los campesinos pobres, y perjudico a los pequeños bodegueros que se vieron obligados a comprar las mismas tierras que les habían confiscado algunas décadas despúes. Es muy común ver los viñedos amurallados, y torres de vigilancia tipo cuartel para evitar el saqueo de las uvas. No probamos los vinos peruanos, pero durante el viaje vimos en muchos lugares vinos chilenos y argentinos a un precio muy poco tentador. Esperemos que del desierto de Ica y Pisco en el futuro salgan grandes vinos.

Estábamos a 270 kilómetros de Lima, y hubiera sido posible llegar de un tirón, pero no queríamos arribar a la capital peruana en horario pico. Así que el objetivo de ese día era llegar hasta algún pueblo balneario recostado sobre el Pacífico y buscar un lugar para dormir en la camioneta. Las opciones que se fueron presentando en el camino no nos convencían, pero finalmente desidímos llegar hasta Cerro Azul, un pequeño balneario.
Cerro Azul resulto ser un balneario a nuestro criterio no muy agraciado. Llegamos a costanera que era de ripio o asfalto destruido, y elegimos para comer uno de los cuatro o cinco chiringos que están frente a la playa. Se presentaban todos más o menos parecidos y precarios, aunque con cierto pintoresquismo otorgado por el techo de paja y las paredes de esterilla. Pidimos un arroz con mariscos y un ceviche que estaban buenos. La atención fue amable, y aprovechándonos de esta circunstancia le preguntamos al dueño:

- ¿Sabe usted donde hay un camping en el pueblo?
- ¿Camping?
- Si camping, lugar donde se puede acampar, incluso dormir en la camioneta... suele haber duchas y ciertos servicios... en fin un camping.
- Ahhhhh!!!!! Si, ya sé... entiendo... Pero acá camping no hay.
- ¿No hay? Entonces los mochileros... ¿Donde duermen?
- En la Playa, en verano la playa se llena de carpas para dormir.


No nos gustava mucho la idea de dormir al lado del muelle como recomendaba el lugareño, he hicimos otras averiguaciones incluso en el destacamento policial, pero dimos con ningún camping. Luego de pasear un rato por el pueblo, entonces estacionamos la TATA junto al muelle . En las fotos Cerro Azul se ve más lindo de lo que es, pero el estacionamiento cercano a la playa donde aparcamos la camioneta era un lugar bastante sucio, entre algunos desechos pude ver una rata muerta. Obvio que evite mostrársela a Geral, pero mientras pensaba silencioso ¡No! ¡Otra vez, no! Cuando oscureció nos fuimos a dormir, y por suerte no fuimos atacados por ningún ejercito de roedores como el de Paracas. Antes que clareara, a eso de las 4 A.M, preparamos rápidamente la camioneta para partir a Lima. Llegando a la capital del Perú cumpliríamos con el viaje de ida. Pues de allí en adelante emprenderíamos por otro camino el regreso a casa. Lima era la piedra angular de nuestra aventura, el punto de inflexión del periplo...






3 comentarios:

Unknown dijo...

hola, los felicito por el super recorrido realizado. soy de Perú y me encanto su relato de la travesia. un abrazo

Anónimo dijo...

buenas fotos

Anónimo dijo...

Hola, he leido su relato y me encanto, muy divertido, y muy buenas anecdotas que solo se vivene en este tipo de aventuras, sigan viajando y deleitandonos con sus relatos.