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Juan Pablo Roncoroni, Villa Gesell. Tengo varios blogs que versan sobre distintas cosas... la cerveza, el placer de viajar y escribir.

martes, 4 de noviembre de 2008

Sierra de la Ventana 2008

28 de Octubre
El viaje de Ida.
Horario de Salida desde Villa Gesell: 09:15
Kilometraje 131.661,5
Cantidad de Integrantes de la Expedición: 8
Helos aquí:


Geraldine Sonneborn (37): Piloto y Coordinadora General del Viaje, piensa en todo. Podemos despreocuparnos, sabemos que no faltara ni un alfiler cuando se lo necesite. También hizo de cocinera y enfermera. ¡Y que linda que es! En fin, sin ella estamos perdidos, (yo particularmente.)

Juan Pablo Roncoroni: (43): Piloto, y valet de la TATA. Me encargo de boludeses como mirar el aceite, controlar el agua y constatar la presión de la gomas según el terreno. También Cocinero.

Javier Roncoroni (20): Piloto suplente, manejó en Villa Ventana. Navegante, también cocinero. Personal Trainer de Luana Difiori. Resolvió conflictos territoriales, y desordenes estudiantiles, por la vía diplomática, cuando yo le inicie la guerra al grupo de adolescentes que estaban en el camping.

Martín Roncoroni (14): Navegante, mantuvo el buen humor y predisposición de forma sorprendente. Se dedicó a martirizar a Luana durante los 1500 km. que duró el viaje.

Facundo Roncoroni: (12) Navegante, payasito de la tripulación. Dados sus 12 años, y su adolescencia más declarada que insipiente, podemos decir que su comportamiento fue espectacular.

Gonzalo Pedevilla (11): Navegante, colado a último momento. Comportamiento ejemplar, alegría, no hubo cerro que su buen humor doblegara. Si no fuera hincha de Boca, sería un pibe perfecto.

Luana Difiori (20): Única navegante no geselina del grupo, oriunda de Miramar. Poca experiencia en el trekking, pero resistió estoicamente las excursiones delirantes que le propusimos. ¿Saldrá de viaje nuevamente con nosotros, sus futuros suegros?

Jesús Mestre (20):La Bestia”, navegante y amigo entrañable que nunca genera problemas. Cultor de la abundante comida y los procesos de vaciamiento gástrico para volver a llenar el estómago. Cocinero, ayudante de cocina, o fogonero, en fin, pondrá su mayor empeño en cualquier cosa que facilite el acto de ingerir copiosamente. Bien predispuesto a la actividad física para quemar energía, comer, y volver a recuperarla. Frase preferida: ¡Que copado!

Salimos de Villa Gesell a las 09.15, luego de una ardua tarea para acomodar los bolsos, las carpas, la heladera de camping, las bolsas de dormir y algunos elementos comestibles en la baca e interior de la TATA. Como no encontrábamos la lona que usamos habitualmente para proteger de la posible lluvia recurrimos a una pileta tipo Pelopincho que estaba tirada en el fondo del terreno; en buen estado de conservación, pero pésimo de higiene. Nos acodamos en la TATA apretaditos entre mochilas y bártulos diversos, pero felices.
El primer tramo manejé yo (Juan Pablo), los primeros cincuenta kilómetros hasta Gral. Madariaga fueron lentos (70/80 km x h) porque el viento no nos favorecía y la camioneta iba cargadísima. Sin embargo cuando agarramos la ruta 74 con dirección oeste, el viento se nos puso en la cola, la TATITA se enloqueció y alcanzó los 90/95 km. /h. (RPM 2.500/ 2.600 ¡Si señores mi TATA tiene cuenta vueltas!) No estaba nada mal teniendo en cuenta que éramos 8 y teníamos 70cm de porquerías en el techo. Afortunadamente pudimos mantener esa velocidad casi todo el tiempo, salvo en los tramos de sierras en los cuales la TATA debía subir las pendientes cargada como un esclavo egipcio.
Antes de llegar a Tandil se presentó el terror de todo acampante… La lluvia… no diluvió pero llovió parejo casi todo el camino. Pero afortunadamente la ruta elegida era muy tranquila, con poco tránsito.
Cargamos Gasoil en Benito Juárez, para ello entramos al pueblo y dimos unas cuantas vueltas, hasta que Jesús se bajo a preguntar, y siguiendo sus indicaciones llegamos a una estación de servicio derruida, vieja y apestosa a la que ninguna marca se atrevió a ponerle la bandera. Cargamos, según nos dijeron, YPF ultradiesel $ 93 Precio $ 2,59 Litros 35. (Más o menos porque me olvide anotar en el momento) Estiramos las piernas luego de prácticamente 300 kilómetros. Partimos con Geraldine al volante, y dada la hora desenfundamos nuestros sándwiches de milanesa combatiendo así el vahído. Tomamos la Ruta 86 rumbeando para el lado de Laprida, y allí unos kilómetros más para empalmar con la R76. El último tramo del camino es hermoso, la provincia de Buenos Aires se eleva y ondula formando un paisaje que no le es representativo. Luego de un trecho tomamos la R72 hasta el cruce con la R76, en este punto esta el acceso a la localidad de “Sierra de la Ventana” que no es lo mismo que “Villa Ventana”. Para llegar a “Villa Ventana”, nuestro destino, hicimos unos pocos kilómetros más por la R 76 . Llegamos a las 16:20, luego de 7 horas 15 minutos de viaje y recorrer 551 km. (Kilometraje 132.221) Realizando un promedio de 76 kilómetros por hora. ¡Schumager tiembla, tengan en cuenta que ingresamos y paramos en Juarez!
Una vez en nuestro destino (sin lluvia pero con cielo amenazante) nos dirigimos al Camping Municipal como estaba previsto, pero lo que no estaba previsto era que estuviera cerrado. Entonces “plan B”, nos fuimos al “Camping Pablito” ubicado en la rivera del Arroyo Belisario. Las arboledas y el entorno natural del lugar son muy bellas, las parrillitas zafan, pero los baños y quinchos dejan bastante que desear. ¡Veinte mil metros cuadrados en Villa Ventana…! ¿Que no haríamos si los tuviéramos?
Cuando llegamos descubrimos que había alojados en el camping un contingente de 80 alumnos de un instituto de educación física de Gral. Las Heras.







Armamos nuestras carpas (1 de 6 con 3 compartimentos, y un iglú de 2) sin mayores inconvenientes. Nos hicimos amigotes de un matrimonio Norteamericano que vive en Belice, y que se dedicaba a recorrer la Republica Argentina con una Motor Home Mercedes Benz Sprinter alquilada. La ocasión sirvió para practicar el inglés rudamente, según comprendí el tipo tenía una compañía que se dedicaba a enseñar biología; que habían hecho 7.000 kilómetros en 3 semanas y que les dolía el culo; que estaban preocupados por el quilombo financiero y que ni locos pondrían su dinero en E.E.U.U, pensaban dejarlo en un Banco en Belice.
Geral y yo fuimos a pasear con la TATA un rato por el pueblo, estaba bellísimo como las 2 veces anteriores en las que estuvimos. Las callecitas entre los árboles se conjugan con las casitas y cabañas, en la paz de un paisaje bucólico enmarcado por el canto de los pájaros. El plano de la ciudad evoca a un útero femenino, se ingresa por la Ruta 76 por el norte de la localidad, al Este el Arroyo Belisario y al Oeste el Arroyo las Piedras dan límite al ejido urbano. Más allá de estos cursos de agua hay dos estancias privadas (“Cerro Colorado y El Páramo”) que dejan pastar a sus vacas y caballos en las ondulaciones serranas pobladas de verde. La Villa esta encajonada por los arroyos y los cerros que la mantienen en una escala ideal, pareciendo impedir el crecimiento amorfo que muchas veces deviene en los centros turísticos.
Este pueblito atípico de la Provincia de Buenos Aires fue fundado el 25 de junio de 1947, y permaneció dormido durante 50 años. Dado que en 5 décadas se construyeron sólo 100 casas, pero en la última que le tocó vivir se completaron las 1000 construcciones. En 1998 un terreno de 1000 m2 valía $ 2500 y era posible pagarlo en 24 cuotas sin interés. Hoy tenemos que hablar de cifras que comienzan en los $ 80.000 y la forma de pago es al contado.
Luego del paseo al llegar al camping observamos con alegría que Javier y Jesús ya tenían listos y dorados a la parrilla los chorizos y matambres. En el transcurso de la cocción se largo a llover y tuvieron que recurrir a una chapa que les prestó el Sr. Pablito (propietario del camping) para que el tiempo no nos arruinara el asado. Por suerte había un techito donde nos ubicamos para disfrutar de nuestra primera cena en la sierra. Luego de comer, entre chaparrones intermitentes, nos fuimos a dormir a nuestros colchones inflables. Cortamos clavos, porque la lluvia no era muy fuerte pero estaba presente, todos sabemos que las carpas resisten un tiempo y después todo se empapa. Nos dormimos al ritmo del nutrido viento y de la cumbia que los chicos del contingente pusieron persistentemente.

29 de Octubre


Nos levantamos a eso de las 8:00, temprano como es habitual en los campamentos. Para nuestra felicidad el astro rey brillaba en el cielo y el verde de la naturaleza estaba rabioso luego de la lluvia. Pusimos a secar unas pocas cosas que se habían mojado, nada grave. Reunimos a la tropa y nos pusimos a comentar las novedades ocurridas en el transcurso de la noche. En la revista de colchones inflables se pudo constatar que el que compartían Jesús y Martín había cumplido una función nula porque se desinfló apenas se acostaron, el de Javier y Luana funcionó un ratito pero luego libero el aire por sus pretéritas pinchaduras, nosotros (Geral y Juan) corrimos con la mejor suerte porque nuestro colchón permaneció inflado mal que mal. Facundo y Gonzalo compartieron la carpa iglú para 2 y su colchón era de apelmazada gomapluma. Gonzalo tubo problema con sierre lateral de la bolsa de dormir, inconvenientes en el cierre de carpa de los dos purretes permitieron el ingreso del viento más indómito de la Republica Argentina: “El Chiflete”; sin embargo la Pelopincho cumplió una excelente función de sobretecho que mantuvo secos a los niñitos.

Nuestro Primer Desayuno

Paseo por el arroyo Belisario

Luego del desayuno de rigor, café con leche o chocolatada y galletitas con dulce de leche nos fuimos a “Sierra de la Ventana”, distante a 20 Kilómetros de “Villa Ventana”. En “Sierra de la Ventana” realizamos un city tour autoguiado a bordo de la TATA. No existe registro de la fecha de fundación de esta localidad serrana, pero se toma como fecha de nacimiento el 17 de enero de 1908, ese día se expendieron las 3 primeras escrituras. En su origen llevaba el nombre de la estación del ferrocarril allí ubicada “Sauce Grande”; pero en 1912, a pedido de la Dirección Gral. de Correos y Telégrafos, y para evitar confusiones se la denomina “Sierra de la Ventana”. El pueblo es un lugar más urbanizado que la villa donde estábamos alojados. Tiene un pequeño centro comercial con algunas desprolijidades propias de los lugares más habitados. Sin embargo en líneas generales es un lugar agradable, donde hasta los barrios más humildes sorprenden por su calidad edilicia y esfuerzo por el progreso. Se respira un aire y ambiente campero. El sector más bello de la ciudad es el barrio ubicado alrededor del Golf, las casas son muy bonitas y el paisaje seductor. Sin perder el entorno poblado, cruzando el Río Sauce Grande pasamos del Partido de Tornquist al de Coronel Suarez para acceder la localidad de Villa Arcadia. Ésta posee muy bellas quintas, en muchas de las cuales se observan casonas centenarias; el pueblito se caracteriza por ser esencialmente llano.
Muy cerca de Arcadia se encuentra el “Cerro del Amor”, una elevación de aproximada 400 metros sobre el nivel del mar que constituyó el primer ascenso que realizamos en nuestra estadía. Luego fuimos un rato al dique, cercano al cerro, donde disfrutamos de un ratito de sol. En el paraje Facundo y Gonzalo se dedicaron a mojarse las zapatillas haciendo caso omiso a las recomendaciones y ordenes adultas.

Martín y Geral en El Cerro del Amor

Subiendo al Cerro del Amor

Cumbre del Cerro del Amor

Jesus Crucificado en el Cerro del Amor

Enamorados en el Cerro que les es propio

Belleza pura en el Cerro del Amor

La TATA se quedo abajo, pero tenía ganas

Orcos en el dique

Belleza colorada en el dique sobre el Rio Sauce Grande

Rio Sauce Grande

Ya saliendo de “Sierra de la Ventana” cargamos 33, 91 litros de YPF Ultradiesel, pagando el litro $ 2,27, y el total $ 77. De allí nos dirigimos, siempre en la querida TATA, para el lado de Villa Ventana, recalando en nuestro camping y ajusticiando el matambre y chorizos que habían sobrado de la noche anterior; y que esta vez estaban fríos y aderezados con mayonesa. Luego del almuerzo, retomando la Ruta 76 pero esta vez en sentido oeste, nos fuimos hasta el “Parque Provincial Ernesto Tornquist”





En el trayecto cruzamos un camino de sierra muy bello en el que la primavera explotaba mostrando sus hojas lozanas y flores multicolores. Para llegar a la base del Cerro Ventana es necesario pasar por el “Abra Ventana” cuyas piedras rojas son muy lindas.

También pasamos por la base del Cerro Bahía Blanca, que alcanza los 739 m.s.n.m. En un viaje anterior con Geraldine y los chicos, lo escalamos podemos decir que si bien su acenso es fácil, desde su cumbre se obtiene una excelente vista del Cordón de Plata, y los Cerros Ventana y Tres Picos.


Uaaagggggg!!! Bestia de la Sierra

Una vez arribados a la administración del Parque Ernesto Tornquist, con la intención escalar el Cerro Ventana, los guardaparques nos informaron que dicho trekking estaba momentáneamente cerrado porque el día anterior había llovido; y realizar actividades recreativas sobre el cerro en estado barroso es peligroso para los caminantes y erosivo para el suelo. Así que nos conformamos con otra caminata, o mejor dicho escaladita, denominada “Garganta Olvidada” que dura unos 45 minutos ida y vuelta.

Fauna exotica en Garganta Olvidada

Explorador en Garganta Olvidada

Gonzalo en la Garganta

Geral, Juan y Facu en Garganta Olvidada

Javi y Luana en la Garganta


El paseito es más dificultoso que el “Cerro del Amor” y enormemente más fácil que los “Cerros de la Ventana” y “Tres Picos” La Garganta es un recorrido interesante, que bien introduce en el paisaje serrano al visitante, hay unos paredones que parecen cortados por un cuchillo gigante y que invitan a las teorías geológicas más delirantes. Repuestos por nuestros pies en la casita de los guardaparques nos pusimos a hablar con un par de lugareños. El señor del kiosco y un parroquiano que hablaba con el kiosquero sobre cuerdas y arneses para escalar. Al primero le compramos helados, y con el segundo hablamos sobre la historia del lugar. El nos refirió que Ernesto Tornquist era amigo de Julio Argentino Roca, y como acaudalado bancario financió la campaña del año 1880 contra el indio. Entonces el gobierno argentino como premio le otorgó una gran porción de territorio en la zona que hoy conocemos como Sierra de la Ventana. Tornquist a su vez cedió tierras a algunos allegados, entre los que estaba su colaborador Rodolfo Funke, a quien le cedió la estancia en la que se encuentra el Cerro Tres Picos, mayor elevación de la Provincia de Buenos Aires (1.239 m.s.n.m). La estancia Funke cuenta hoy con 13.000 hectáreas. Me estoy yendo por las ramas, para hablar del Tres Picos todavía falta.

Con la Tata en el Parque E Tornquist


La Tata sale rauda del Parque E. Tornsquist

Salimos del Parque por la Ruta 76, pero en lugar de volver para la villa, fuimos para el lado contrario a visitar la localidad de “La Gruta”; pequeña localidad ubicada a solo 3 kilómetros de la base el Cerro Ventana. El pueblito tiene un desarrollo muy insipiente, y la forestación es definitivamente más rala que en Villa Ventana. Sin embargo la vista panorámica es excelente. Subimos con TATA hasta la capilla de Nuestra Señora de Fátima, donde hay entronizada una imagen que donaron los habitantes portugueses de “La Grutas”, mensualmente se realiza una procesión. Desde el exterior, de acuerdo con nuestra opinión, la iglesia no es muy bonita. Pero si se ingresa al edificio, se podrá apreciar un trabajo de carpintería en la estructura del techo que es una verdadera obra de ingeniería.

El terreno donde está emplazado el templo constituye un excelente punto panorámico, desde donde se puede apreciar el paisaje serrano y el nuevo barrio country “San Andrés de la Sierra”, ubicado frente a “La Gruta” del otro lado de la ruta. Mientras aquel se encuentra en un terreno notoriamente llano, esta se ubica en la ladera de la sierra.
Finalizadas las excursiones del día, regresamos a nuestro alojamiento, y luego dimos el resto de la tarde libre a la tropa. Para que cada uno haga lo que le plazca. Comprobamos que al camping había llegado otro contingente de 80 adolescentes, pero estos eran de 9no. año de un colegio de Mar del Plata. Los recién llegados se sumaron a los anteriores ¡Que Alegría… 160 jóvenes en el camping explayándose! Con Geral nos fuimos a pasear por la Villa, pero esta vez caminando.

Paseo por La Villa, Geral enamorada de la ovejita.

Jardín en Villa Ventana


La Casita de Villa Ventana que le gusta a Geral

Después de dar una vuelta y tomar un helado, como Villa Ventana no es muy grande nos encontramos con el resto del grupo en la placita. Javier, Luana y Jesús, emprendieron un segundo paseo con nosotros, mientras que Martín, Facundo y Gonzalo de quedaron en las hamacas. Después de las 20:00 hs, y paso previo por el mercado “Maxi 2”, nos reunimos en el camping donde Javier, Jesús y Geral hicieron unos fideos dedalitos con trocitos de roffbife que estaban espectaculares. El gustito ahumado es impagable.
Nos fuimos a dormir. En algún momento del día Javi había logrado emparchar exitosamente el colchón inflable que compartía con Luana, lo que les aseguró una noche mullidita. Jesús y Martín también habían puesto mucho empeño en reparar su colchón, pero apenas posaron su osamenta sobre el inflable… Pssssssssssssssss!!!! ¡Otra vez durmieron sobre el duro piso! El colchón de Geral y mío permaneció al menos operable, porque se desinflaba muy lentamente y duraba toda la noche.

30 de Octubre
Jesús como todas las mañanas, prendió el fuego para calentar la olla de agua para el desayuno. Agua corriente del camping que tenía mucho cloro, y que daba como resultado un café con leche y chocolatada espantosos. El gusto a lavandina se combinaba con el sabor a humo. Una trucha ahumada hubiera sido espectacular, pero el cloro ahumado fue horrible.
Gonzalo presto para desayunar

¡Hoy sí! El sol había acariciado persistentemente al cerro de la Ventana durante todo el día anterior. Entonces fuimos hasta la base de la montaña más famosa de la Provincia de Buenos Aires, que tiene 1.136 metros sobre el nivel de mar, para treparlo. Yendo en la TATA SUMO llegamos al lugar en escasos minutos. Por el camino ya comenzamos a ver la ventanita que le da nombre a la elevación, desde la ruta se la ve como un agujerito pequeño no apto para ser percibido por chicatos. Sin embargo es una abertura en la montaña que prácticamente tiene 10 x 10 metros. El hueco tiene una forma que recuerda a grandes rasgos al mapa de la República Argentina. Cuando uno ve desde abajo el agujero que determino que la elevación fuera declarado “Monumento Natural”, se pregunta: ¿Hasta allá vamos a subir caminando? ¿Si le desinflamos las gomas… la TATA no subirá?
Llegamos a registrarnos en el puesto de Guardaparques “Base Cerro Ventana” a eso de las 11:00 de la mañana. Durante el otoño del 2005, con Geraldine, mis hijos y mi suegro escalamos el cerro; así que sabíamos al esfuerzo físico a que nos sometíamos. Sólo que esta vez nos encontramos con una sorpresita que hizo su escalada al menos más bulliciosa; estaba lleno de contingentes escolares de edades diversas. Era impresionante verlos correr por la sierra, cosa poco recomendable si las hay. Vimos como niñitos de 7 a 10 años aterrizaban pegándose unos porrazos tremendos, mientras sus coordinadores y docentes hacían gala de la indiferencia. Por suerte no hubo ningún accidente grave que lamentar, sólo una que otra raspadura y moretón. Realizar trekking en Cerro Ventana no es una actividad peligrosa. A pesar de que sólo requiere empeño y esfuerzo físico, es recomendable realizar la caminata con precaución y respetando a las piedras para nada mullidas.
¿Qué experiencia se vive cuando se sube al Cerro Ventana? Llegar hasta el hueco de la ventana, y regresar hasta la base, lleva entre 5 y 6 horas según la información de los Guardaparques. Nosotros lo hicimos en poco menos de 4; pero no porque estemos altamente entrenados en treking de montaña, sino porque el horario calculado por el personal del parque contempla descansos más prolongados y una permanencia en la cima algo más larga. El buen estado físico ayuda, pero no es determinante, lo más importante es que a uno le guste la actividad y disfrutar de la naturaleza.
A los efectos de que el caminante pueda medir su progreso para alcanzar el hueco y seguir la ruta, cada tanto han sido instalado carteles con números grandes y amarillos que van del 1 al 10. Lo primero que enfrentamos cuando comenzamos a subir como una hormiguita, es un sendero de baja dificultad que nos va metiendo en un bosquecito. Pero de repente la pendiente se inclina violentamente de manera tal que hace flaquear al más pintado. Uno tiene que ir trepando por una superficie rocosa que parece el lecho de un río. Sube y sube, y es una tortura. En mi la cosa se complicó, porque tengo cierto grado de obesidad y soy alérgico respiratorio. Al poco trecho de subir la pendiente comencé a hiperventilar, y a sentirme como un pez fuera del agua. Auque con voluntad y cortos descansos todo se puede. En las actividades de montaña siempre soy el rezagado del grupo. Finalmente llegamos al puesto 1 y sacamos la foto de rigor. Todo aquel que haya subido al Cerro de la Ventana te dirá: ¡El 1 te mata… es jodido!
En el puesto 1, tenés 2 alternativas o seguimos subiendo con destino al hueco, o te desviás por un sendero descendente a los piletones. En el 2007, para estrenar la Tata, hicimos un viajecito a Sierra de la Ventana los dos solitos, y en esa oportunidad fuimos hasta los piletones. El recorrido es muy lindo, y si hace calor da para bañarse.
Superado el puesto uno, la exigencia física disminuye bastante al menos por un rato. La pendiente se “suaviza”, por decirlo de alguna manera. Los tramos 2, 3 y 4 son para disfrutarlos a pleno y comenzar a ver el paisaje de otra perspectiva. En el trayecto de estos puntos tuvimos la suerte de ver Guanacos, los cuales se dejaron ver a pesar de que el Cerro Ventana estaba muy poblado, y por gente poco silenciosa. A partir del punto 3 es posible ver la ventana, pero todavía muy lejana.


A partir del punto 5 se viene la maroma otra vez, pero aunque sea la primera vez que uno sube el cerro, ya para entonces uno se ha convertido en “un viejo lobo de sierra”. La pendiente se pone abrupta y las piedras escarpaditas, pero después del 1 ya sabe a lo que se enfrenta.

Todos esfuerzos valen la pena, y las fotos son sólo un triste reflejo de lo que uno ve

Mi hijo Javier se lesionó un tobillo jugando al Básquet, ya hace tiempo. Tiene una especie de lastimadura crónica que se dedica a torturarlo. Escalar piedrotas no le alivia el dolor, todo lo contrario. Sin embargo el tipo se la aguantó como un señorcito. Además tuvo que azuzar todo el camino a Luana Difiori, su novia. Se le escuchaba decir todo el tiempo ¡Vamos Difiori! ¿O crees que te voy a esperar todo el día?
Geral me esperó y alentó en muchos momentos álgidos del camino. Lo que me ayudó mucho.



Los puntos 6 y 7 son duritos de superar. Otra cosa no se puede esperar, es una montaña y de alguna manera hay que llegar a la cima. En algún momento hay que subir rudamente. Quienes amamos la naturaleza, sentimos que vale la pena el esfuerzo. La vista es impagable, si para disfrutarla hay que subirse a una piedra, y luego a otra, y otra… no importa. Las fuerzas flaquean, pero no falta tanto para la cima.

Puedo decir que nuestro grupo mantuvo la moral alta, y se los veía felices. Sobre todo a Jesús y Gonzalo.
En punto 8 es un bálsamo para el caminante, porque de repente se llega a una superficie medianamente plana y menos pedregosa. Este tramo nos hace recordar que somos habitantes de la planicie, y que es muy agradable caminar por ella. En esta parte del trayecto encontramos atisbos de civilización, porque hay una antena de radio, y una edificación.


Los puntos 9 y 10 se vuelven a poner escarpados, tanto que tuvimos que trepar agarrándonos de las rocas. Aunque son tantas las ganas de llegar que uno lo supera psicológicamente más entero que el puesto 1. Es como que uno ya se hizo al cerro, y este no nos toma tan por sorpresa. Lo más insoportable de los últimos puntos, fue sin duda la cantidad de gente que estaba subiendo y bajando. Todo el tiempo íbamos diciendo… Permiso…. Permiso…. Gracias! Todo el mundo tiene derecho a disfrutar de un monumento natural como el Cerro Ventana. Pero debo reconocer que cuando uno busca un entorno natural y agreste, procura precisamente eso y no un lugar humanamente superpoblado.



Para acceder al punto 10, el lugar donde se encuentra la famosa ventana tuvimos que esperar un rato largo que bajara algo de gente. Cuando finalmente llegamos para sacarnos la foto, Martín y Facundo aburridos de esperarnos arriba entre un ejército de escolares decidieron comenzar a bajar. Así que no pudimos sacarnos la foto todos juntos en el hueco. Por otro lado sacarse una foto grupal, era sólo posible si se tenía un concepto muy amplio de la palabra “grupal”. Pues indefectiblemente en la toma saldrían “un grupo de personas”, de las cuales la mayoría serían desconocidas.
Cabe destacar que en el otoño del 2005, cuando subimos por primera vez al Ventana, la densidad excursionista era ostensible menor. En esa oportunidad nuestro hijo Martín se empacó en el punto 9, y decidió no subir al hueco. ¡Bravo por Martín que en nuestra última visita hizo cumbre, olvidando sus viejos conflictos con el cerro!
Jesus, Luana, Javi y Geral en frente al Hueco de la Ventana

Para la foto al lado del hueco con la familia completa, tendremos que hacer una 3er ascenso en el futuro.
Para el momento de emprender el regreso estábamos todos extenuados pero cuando se sube no queda más remedio que bajar. La deserción no es una posibilidad, a menos que contrates un helicóptero. Así que emprendimos el descenso estoicamente.
Es muy importante ser cauto bajando, dado que la mayoría de los accidentes se producen cuando la gente baja. Nada de correr, ni saltar de piedra en piedra. Hay que hacer trabajar las piernas, y poner el pie con seguridad donde hay un buen apoyo. A vece hay que recurrir al culo ¡No caerse de culo! Si no ir apoyándolo de piedra en piedra para que los pies queden más cerca de nuestro próximo punto de sustento. Bajamos con las piernitas temblando de cansancio. En esta etapa, para mi particularmente, disminuye la exigencia respiratoria pero me empezó a doler todo. Un poco las rodillas, otro poco los tobillos, y ni que hablar de los músculos de las piernas. Para ese entonces, uno tiene un cansancio manso, y lo único que le pide a la montaña es que lo deje bajar en una sola pieza. Bajar es más rápido que subir, y lo importante es no superar la velocidad del sonido, rodando como una masa amorfa que va rebotando contra piedras y cardos. ¡Por eso tranqui!


Una vez abajo, llegamos a la TATA y disfrutamos sus espartanos asientos como si fueran un sillón de un hotel 5 estrellas.
Llegamos al camping antes que la caterva de niños y adolescentes, entonces fuimos corriendo a tomar posesión de las duchas antes que llegue la maroma. Imagínense 5 duchas para 170 personas hábidas de tomar un baño luego de andar sudando la gota gorda entre los cerros. Además, Pablito el dueño del camping ya nos había advertido que el agua caliente se cortaba a las 21:00, y se restituía a las 12:00 del día siguiente… Si no te bañaste perdiste.
Limpios y perfumados, con geral nos fuimos a dar un corto paseo por el arroyo “El Belisario”, está pegadito al Camping. Para ese entonces ya estaba atardeciendo, y desde el lugar se apreciaba un paisaje serrano conmovedor.






Conmovedores también fueron los tallarines a la bolognesa que hicieron Javier y Jesús ¡Qué buenos que estaban! Pues cuando regresamos del paseo, los chicos ya estaban cocinando la comida al fuego de la leña. Para acompañar a los fideos, ajusticiamos dos botellitas de vinito entre las personas adultas y coherentes del grupo.
Nos acostamos a dormir, Jesús y Martín ya habían resignado sus esperanzas de de reparar su colchón. Al rato de ponernos en posición horizontal, aparecieron las hordas de Vándalos; y comenzaron a merodear los alrededores de nuestras carpas. Estaban muy cerca y jugaban a un juego, cuyo reglamento desconozco, que consistía en gritar con toda la potencia que dan los pulmones: ¡Uno! ¡Tres! ¡Uno! ¡Acá… Acaaaaaá! ¡Cuaaaatroooooooooooo! ¡Acá! Todo ello mientras corriendo se tropezaban con los vientos que sostenían nuestra tienda de campaña. El primero en reaccionar fue mi hijo Javier, quien gritó ¡Basta… la puta que lo parió! A lo que agregué ¡Pendejos déjense de joder… quiero dormir! Fue cuando Javier se levantó decidido a hablar con uno de los coordinadores del grupo escolar. A pesar de las recomendaciones de Geral de que no lo haga, yo seguí sus pasos. Nos fuimos hasta el quincho, donde encontramos a una docente durmiendo sentada en una silla. Javi le solicitó muy amablemente si era posible reducir la superficie territorial del desarrollo del juego. Le explicó que éramos los únicos acampantes no escolares, y que sería bueno dejar un perímetro prudencial alrededor de nuestro vivac. Para reafirmar lo expuesto por mi hijo, yo mascullé gruñendo que era tarde y que quería dormir. La profesora, que no se terminaba de despertar, comenzó a explicarnos que los chicos estaban jugando un juego nocturno. Y luego dijo: “Ya termina”. Ese “ya termina”, no me convenció demasiado, porque quería decir que las hordas aun seguirían corriendo y gritando alrededor de nuestra carpa un rato más. Y a juzgar por el entusiasmo lúdico de los púberes los alaridos y tropeles circundantes a nuestro lugar de descanso podían prolongarse. Entonces yo le dije, ya levantando la voz y sacado ¿Señora, porque tengo que soportar que los chicos me griten “4”? (Ese “4” fue un bramido que dejo atónita a la profe y provocó la risa de Javier.) Luego agregué… ¡Con su criterio yo puedo levantarme a las 4 de la mañana, cuando todos estén dormidos porque se cansaron de jugar y ponerme a jugar al “la camioneta loca”, tocando bocina en la entrada de su carpa!!!. Reconozco que fui grosero con la profe, que dicho sea de paso tenía tantas ganas de dormir como yo. Sin embargo, mi ¡cuatroooo!, fue muy efectivo porque el juego finalizó inmediatamente y los chicos hicieron un fogón pero lejos de nosotros.

31 de Octubre
Nos levantamos a la mañana como siempre, pero esta vez preparamos el café y chocolatada con agua mineral. El día anterior había sido bastante heavy, así que decidimos emprender la mañana con actividades más distendidas. Montamos la TATA y nos fuimos a Saldungaray. Esta localidad está a unos 26 kilómetros de la villa, para llegar se pasa por Sierra de la Ventana. El primer lugar donde recalamos en el pueblo fue la oficina de turismo para que nos orienten. Compramos un libro y nos recomendaron ir a la “Bodega Saldungaray”, pero lo dejamos para la tarde. De allí enfilamos para la rivera del “Río Sauce Grande”, justo donde está emplazado el “Fortín Pavón” En el lugar hay un camping, en el momento que estuvimos estaba cerrado, y un balneario. El lugar es bello, lástima los inadaptados de siempre que tiran basura en el Río.

La Tata en el camping del fortin Pavón

¿Qué es el Fortín Pavón? Pues, es aquí donde debemos buscar el origen de Saldungaray. Este pequeño pueblo serrano de la Provincia de Buenos Aires, fue en principio un fortín. Hoy en el lugar, en lo alto de la barranca del río y al lado del camping, encontramos una réplica de la fortificación de frontera que fuera creada en 1862 siendo presidente de la República Bartolomé Mitre. Desde la llegada de los españoles a América, pasando por la época del virreinato, y de la emancipación y consolidación nacional, existió un conflicto territorial entre el hombre blanco y el indio. Esta controversia hizo correr hasta fines del siglo XIX torrentes de sangre, desde entonces el fluido derramado ha sido también la tinta. Desde la llegada de los primeros adelantados al Rió de la Plata, el hombre blanco fue conquistando y colonizando nuevos territorios que hasta entonces eran imperio de las tribus pampas. Antes de la creación del Fortín, con tiempos intermitentes de paz, tratados y guerras, se fueron sucediendo las campañas militares al “desierto” de, el virrey Vertis, Martín Rodríguez y Juan Manuel de Rosas en 1833.. Así el territorio del sur de la provincia de Buenos Aires fue siendo ocupado. Sin embargo el problema con el indio siguió existiendo, las incursiones de los aborígenes en el sur de las provincia de Buenos Aires y Córdoba eran permanentes; y en ellas se producía el robo de ganado, muerte de colonos y rapto de mujeres y niños. El sistema de fortines nace como un método de intentar impedir las correrías de los indígenas. Cuando uno recorre las instalaciones del Fortín Pavón, consistentes en un grupo reducido de ranchitos de adobe, puede imaginar las condiciones de extrema pobreza en que vivían los soldados de la frontera. A penas una frágil empalizada de palo a pique y una dotación de milicos harapientos, mal armados, peor montados y con escasos alimentos debían detener el malón. Muchas veces los gauchos que realizaban tareas castrenses en la “guarnición militar”, ni siquiera habían elegido su destino. Eran enrolados y llevados allí contra su propia voluntad. Estar en el Fortín que dio origen al pueblo de Saldungaray, es como meterse en el escenario en que José Hernández ubico a Martín Fierro. No esperen ver nada extraordinario, apenas una huella de otro tiempo. Lo extraordinario es la historia de tantos hombres anónimos que alertas desde un frágil mangrullo fueron capaces de regalarnos una Argentina enorme. Para construirla no se escatimo ni sangre de indio, ni sangre de gaucho. La historia es muy controvertida, y no es mi intensión entrar en discusiones. Simplemente creo que es nuestro deber recordar y honrar aquellos hombres y mujeres que dejaron sus vidas en la frontera. En los fortines las que iban por su voluntad eran las mujeres, ellas iban detrás de sus maridos o para amansar las soledades de la tropa. Cuentan las crónicas que había mujeres de un solo hombre, y aquellas que con corazón generoso y encantos desprendidos podían darle amor a varios. Todas ellas merecen un reconocimiento enorme, pues allí en los confines del mundo “civilizado” oficiaban de cocineras, lavanderas, enfermeras e incluso soldadas. Algunas fortineras, así las llamaban, alcanzaron grados militares.
Aborigen de la zona que quedo despues del malon.

Por lo que cuento, es muy triste ver al Fortín Pavón en total grado de abandono y saqueo. Dicen que lo están restaurando, pero ya ni la bandera argentina flamea en el modesto palo que se enaltecía como el mejor de los mástiles al ostentar el pabellón nacional. Las paredes de adobe están rotas, y por lo que se ve, mobiliarios y objetos de uso diario han sido sustraídos. Mantener el Fortín en buenas condiciones no es algo oneroso, los materiales son básicos, paja, barro y los palos que brindan los árboles de la rivera de Río Sauce Grande. Si en el siglo XIX la milicada gauchesca pudo construirlo con escasismos recursos, y estando aislados de todo, no veo porque la municipalidad de Saldungaray no pueda hacerlo ahora.

¡Como me gustaría ser indio para cautivar a esta mujer huinca!

Gaucho del lugar

Luego de recorrer las inmediaciones del Fortín, observamos que el astro rey se encontraba perpendicular a la tierra. Eso quiere decir que era medio día ¡Hora de comer! Así que bajamos de la TATA la heladera de camping y de la misma extrajimos las hamburguesas que habíamos comprado en Villa Ventana en “El Mercadito El Serranito”. Mientras Martín, Gonzalo y Facundo se bañaban en el Río, prendimos el fuego. Cuando las brasas estuvieron listas pusimos las hamburguesas que en pocos minutos estaban doraditas. ¡Espectaculares, eran re-caseritas! ¡Bien por el carnicero del Serranito! Pan, lechuga, tomate, la infaltable mayonesa y un medallón de buena carne, constituyeron un manjar que superaba astronómicamente a las tristes burgers chatarrosas que ofrecen las cadenas gringas. Ese día comimos carne de novillo argentino, no de lombriz californiana o vaya saber que cosa con colorante.

He visto hoteles peores .
Clavarnos varias hamburguesas, cada uno, generó en nosotros cierta somnolencia, así que hicimos una mini siesta debajo de los árboles, usando como colchón el césped. Al cabo de un rato, será por el reposo, nuestros sistemas digestivos empezaron a reclamar ciertas necesidades. ¡Oh calamidad… como dijimos el camping estaba cerrado! Entonces Geral dijo: - Recién vi pasar una señora. Andaba por ahí… ¿Tendrá algo que ver con el camping?
¡Tata... cuidado que vienen los indios!

Buscamos a la persona en cuestión, y afortunadamente la encontramos. Al ser interrogada la susodicha, sobre su relación con el establecimiento, nos dijo que su tío y tía eran los concesionarios del parador, y que poseían las llaves del baño. Además dijo que vivían muy cerca, y que dada nuestra necesidad iría a buscarlos. Al cabo de un rato, que se hizo eterno, apareció un noble anciano muñido de las llaves que permitieron que exoneráramos nuestros intestinos en condiciones óptimas. Los baños estaban impecables, eran nuevos y amplios, y al lado de los del camping Pablito parecían el palacio de Buckinham.


Subsanados nuestros conflictos gastrointestinales partimos a la estación del tren. Siempre que fuimos a la zona de ventania estuvimos en la estación de Saldungaray ¿Por qué? Porque nos gusta, es una estación hecha por los ingleses, muy similar a cientas de ellas en la República Argentina. Su estado de originalidad y conservación es muy bueno, y es linda para sacar fotos. También pasamos por el portal del Cementerio.

Potal del Cementerio de Saldungaray, es enorme







La visita a la parda ferroviaria fue breve, y seguimos nuestro periplo con destino a la “Bodega Saldungaray”, donde estuvimos en escasos minutos.

Bodegas Saldungaray es un emprendimiento que surge con una nueva región vitivinícola en la República Argentina. Desde fechas muy recientes; en la zona de Sierra de la Ventana, se ha comenzado a experimentar con resultados alentadores, la plantación de viñedos. Ingresar al establecimiento vitivinícola de Saldungaray, es una experiencia que nos traslada imaginariamente a otros escenarios geográficos.
En primer plano, uno ve las jóvenes vides y como marco el perfil de las montañas. Si tomamos una foto, y posteriormente se la mostramos alguien; esta persona seguramente creería que estuvimos en Mendoza o San Juan. Al transponer la tranquera de ingreso 6 hectáreas de cultivo de Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Tempranillo, Malbec, Pinot Noir, Sauvignon Blanc y Chardonay nos reciben perfectamente alineados en sus espaldares. También vemos una enorme hélice destinada a evitar los efectos negativos de las heladas. La sorpresa se incrementa cuando al arribar a la bodega propiamente dicha nos encontramos con el equipamiento para la elaboración del vino.
Al igual que en los destinos viñateros tradicionales, en la Bodega de Saldungaray no faltan los fermentadores de acero inoxidable, ni los piletones de fibrocemento recubiertos con epoxi.
En el lugar también descubrimos bombas sanitarias, sectores de selección de uvas, despalilladores y elementos dignos de las mejores bodegas boutique del país. En el establecimiento también funciona una fábrica de dulces artesanales con equipamiento de primera calidad. La fruta para producir los dulces se obtiene de plantaciones propias. En el lugar es posible apreciar plantaciones de arándonos, zarzamora, frambuesa, peras y ciruelas. Los propietarios de la finca son de apellido Parra, y son productores, también, en la Provincia de Entre Ríos de Arándonos.
En la bodega funciona un restaurante de características sobrias y modernas, instalado en lo que fuera un galpón, que ha sido reciclado para cumplir un nuevo uso. Con Geral estuvimos viendo la carta, y nos pareció muy tentadora. Éramos demasiados y el presupuesto no daba para ir a comer en tropel a un lugar tan sofisticado. Pero ya tenemos el restaurantito en mira para cuando nos hagamos una escapada sólitos. Luego de adquirir unas botellas de vino y dulces, hicimos la visita guiada. En la cual nos contaron algunas de las cosas que ya describimos. Hicimos en la visita rapidito porque a las 17:00 teníamos que estar en Villa Ventana para realizar una cabalgata.
A la hora indicada estuvimos presentes en la puerta de “Cabalgatas del Belisario” Nos estaba esperando Horacio con las cabalgaduras ya ensilladas. La caballada era precisamente una tropilla de un solo pelo. Tampoco se veía uniformidad en corpulencia ni altura, pero los caballos estaban muy bien adaptados a la sierra y nos brindaron un paseo muy lindo. He aquí el grupo de Jinetes y sus corceles

Geral: Gonzalita, Yegüita, petisota, Criolla y Baya con cabos negros. Estoy describiendo a la equina, no a la amazona, sino hubiera puesto. ¡Potra!

Juan: Bandido (bandido es el nombre del caballo, no hace ninguna alusión al jinete). Criollo serrano, lobuno. Era petiso y mal llevado, no entiendo porque me lo dieron a mí.

Martín: Pinocho, era un zaino oscuro medio tostado. Bueno los que entienden miren la foto y descubran de qué pelaje es. Martín es de pelaje colorado, así lo ubicarán en la foto.

Facundo: Chocolate, era un alazán “mala cara” (la del caballo no la de Facu), petiso y criollo. En dos oportunidades que desmontamos Facundo confundió su mancarrón, apropiándose otros cuadrúpedos.



Javier: Bonito, era un zaino colorado alto como el jinete. El flete de Javi no tenía la fisonomía de la raza criolla.

Luana: Flequillo, era un gateado criollo. Javier me dijo que Luana lo araña, por eso le deben haber dado el gateado.
Jesús: Mulata, a pesar del nombre era una yegua zaina colorada. Dadas las características bestiales del jinete, lo adecuado hubiera sido darle un percherón en lugar de la petisa criolla.
Gonzalo: Gilda, yegua criolla blanca albina. Tranquila como agua de pozo, pero profundamente odiada por Bandido (mi caballo) que no perdía oportunidad de encajarle una patada o mordisco.

Horacio el Guía

Salimos en fila, detrás del zaino de elevada estatura del guía, como es habitual en este tipo de cabalgatas. Los caballos tienen un orden de marcha predeterminado, que no debe ser alterado. Los caballos son celosos de su lugar. Bandido tenía que ir en tercer lugar, si algún otro intentaba pasarlo se ponía como loco. No era un caballo arisco con el jinete, pero tenía un genio pésimo con sus congéneres.

Pasamos un retamal (arbustos con flores amarillas) cerrado conde las ramas nos raspaban un poco, pero era divertido. Enfilamos para el lado contrario de la entrada de la villa, y por un camino cabalgamos los lindes de la Estancia Cerro Colorado. Estas tierra pertenecen al empresario Jorge Neuss. Esta persona es descendiente de los creadores del pomelo Neuss, aunque sus actuales negocios parecen ser aun más rentables que la reconocida gaseosa de los años 70. Dado que su fortuna es abultada. Neuss es amigo personal de Carlos Menem, y estuvo estrechamente vinculado al gobierno

del ex presidente. La Estancia Cerro Colorado, además de dedicarse a la ganadería también posee una bodega con jóvenes viñedos que ya dieron su primer vino. Vimos el vino del establecimiento en algunos lugares de la Villa, su costo era de $30 la botella. Nos intriga saber como es. Según nos contó Horacio, el propietario de cabalgatas El Belisario, el vino no es malo. Aunque el precio es un poco alto si tenemos en cuenta que por ese valor se adquieren vinos mendocinos muy superiores.



En Cerro Colorado está abierta a la actividad turística, es posible alojarse en la estancia. En el establecimiento funciona un Coto de Caza y un Lodge de Pesca. Pagando unos cuantos dólares podes asesinar, por vanidad, ciervos, jabalíes, búfalos, cabras salvajes y otros pobres bichos victimas de la estupidez humana. Nosotros somos hobbits, y no comprendemos la idiotez de matar para colgar la cabeza de la presa arriba del hogar. Auque creo que seríamos capaces de pedirle a la Pachamama que nos conceda una trucha para la parrilla, pero estimamos que el Lodge de Pesca de la estancia esta fuera de nuestro presupuesto.
Ver el campo serrano desde la posición privilegiada que otorga la silla de montar fue muy lindo. Cruzamos algunos arroyitos, y cuando Horacio lo dispuso hicimos unos trotecitos, que a mi me maltrataron; pero a Difiori la hicieron rebotar más. En una de estas acometidas rampantes Martín perdió el equilibrio y fue a dar al suelo, sin que sufriera nada más que el susto. Cuando llegamos a la “Estancia El Páramo”, traspusimos su tranquera y cabalgamos primero por pastizal y después comenzamos a subir por la sierra. Es increíble como las bestias trepan pisando entre las piedras con total seguridad. Llegamos a un punto panorámico desde donde la vista, como siempre, era bellísima. En lugar desmontamos, y fuimos convidados por el guía con unos mates y biscochitos Don Satur. Horacio nos contó que era descendiente, pero no heredero, de Salvador Salerno; fundador de Villa Ventana en 1947. ¿Por qué no heredero? Pues en sus comienzos el loteo de la villa fue un emprendimiento que no prospero, y consecuentemente los Salerno perdieron sus tierras. Así que nuestro conductor caballar tuvo que comprar su terreno como cualquier hijo de vecino.
La cabalgata duro aproximadamente tres horas, y fue hermosa.


Regresamos al camping y pusimos manos a la obra, para hacernos 2 pollos de campo en una paellera porque no teníamos disco. Resultado: ¡Espectacular! Cebollita, morroncito, ummm! Los adultos fuertes y sanos del grupo acompañamos el pollo con uno de los vinitos que habíamos comprado en Bodegas Saldungaray. No nos sorprendió particularmente, pero por cierto en brebaje no estaba mal.
Antes de irnos a dormir, como al día siguiente estaba previsto abandonar el camping para emprender el ascenso al “Cerro Tres Picos, ordenamos nuestras pertenecías lo mejor que pudimos. Como siempre, Geral fue la que más hizo, acometió y organizó. Misteriosamente, luego del episodio de la noche anterior, el en el camping reinaba el silencio.

1 de noviembre
Los levantamos, desayunamos apuraditos porque había que desarmar la carpa, poner todos los bártulos en la baca de la TATA. ¡Que eran un montón! Una de las tareas más importantes era armar las mochilas. Pues para subir al “Tres picos” es necesario y exigido por la administración de la estancia cierto equipamiento. No se imaginen, cuerdas, arneses y botas con clavos. Sino cosas más simples, como:
  • Ropa de abrigo. No importa si hace 40º
  • Un teléfono celular por grupo.
  • Llevar, como mínimo 3 litros de agua por persona.
Si la intención es hacer la caminata en dos días, cosa recomendable si no sos He-man, debes agregar a tu mochila:
  • 1 Bolsa de Dormir
  • 1 Aislante para acostarse sobre él.
  • 1 Carpa apta para la cantidad de personas del grupo.
  • 1 Calentador porque arriba no hay leña, y esta prohibido hacer fuego.
  • La comida, y enseres mínimos para subsistir durante las dos jornadas. Por ejemplo: Queso, salamín, paté, galletitas, café, té, leche en polvo, etc.
Protector para opticas y parrilla para el asado, más indispensable para lo último

La Tata se apronta para llevarnos a la base el Cerro Tres Picos

Gonzalo Listo para partir al Tres Picos

Nuestras mochilas no eran muy grandes, y salvo la Geral y la mía (dos que fueron compradas para la oportunidad) carecían de ganchos y lugares de donde atar cosas. Así que poner y atar todas las cosas en las mochilas fue una tarea titánica. Los aislante y las bolsas de dormir quedaron afuera colgando, desestabilizando el peso y con grandes posibilidades de perderse. Adentro de las mochilas pusimos las botellas de agua, distribuimos la carpa, la ropa y las vituallas. Cuando todo estuvo listo partimos al Cerro Tres Picos. Hay que tomar el camino para el lado de Tornquist, pero antes de llegar a esta localidad, y luego de pasar el country San Andrés de la Sierra, hay que desviarse a la izquierda por un camino de tierra siguiendo las indicaciones de un viejo cartel que dice: Paso Funke. Una vez que tomamos el camino vecinal, debemos hacer 11 kilómetros. No es derecho, pero está razonablemente señalizado. A poco de andar llegaremos a la Estancia Funke. Ingresamos al predio y nos dirigimos a la administración. La persona que atiende a los turistas es Mónica, ella cobra la entrada, verifica que se haya llevado el equipo exigido, y registra a los caminantes en una planilla. Cuando estuvimos en el 2005, habíamos estado en la Estancia Funke para averiguar sobre el acenso al Tres Picos, cosa que no realizamos en esa oportunidad. Pero, si pudimos comprobar que la disciplina germánica formaba parte de la personalidad de Mónica. Recordemos que la Estancia forma parte de la Fundación Rodolfo Funke, que entre sus objetivos esta el de brindar alojamiento a los miembros de la colectividad alemana y sus descendientes.
Mucho nos habían advertido de la “autoridad contundente” de la encargada de recibir a los turistas, pero nos dimos cuentas que ateniéndose a las normas no hay conflicto alguno con la susodicha.
Para realizar la caminata te cobran $ 25 por persona, y te hacen dejar un depósito de $ 50, que es reintegrado cuando uno entrega al regresar del cerro sendas bolsas repletas de los residuos que el grupo generó.
Llegamos a la administración de la estancia poco después de las 11:00. Un día hermoso con un sol que rajaba la tierra. En el lugar fuimos provistos de un pequeño planito (sin escala) que a grandes rasgos explica como se debe hacer para subir al Tres Picos.
Primero recorrimos 6 kilómetros más en la TATA, siguiendo puntos de referencia tales como guardaganados y alambrados. Al cabo de un rato llegamos al puesto “Glorieta”, donde nos despedimos de la TATA y comenzamos a caminar con nuestra mochilitas con cositas bamboliantes. Hacía calor, y la tropa se mostraba un poco decaída. La moral no era muy alta porque el sol y la carga nos agobiaban. Geral se golpeo una costilla trepándose a unas pequeñas empalizadas que impiden que las vacas puedan pasar de potrero. Son como dos cerquitas paralelas por las que puede pasar una persona caminando, pero no un bovino. Sin embargo, cuando venís con la mochila tenes que treparte un poco para que no quedar trabado. No se si se entiende, pero la cuestión es que la bota de Geral resbaló y ella consecuentemente se dio un palo. El grado de la lesión no fue grabe, raspón y moretón.

Geral no busca nada en en piso, se inclina doblada del golpe que se pego, la foto es tambien accidental

Ufff que calor!

¿Pesan las mochilitas?
Caminamos tres kilómetros por lo que todavía era una planicie. Las Aberdeen Angus nos miraban curiosas, y pudimos ver tropillas de caballos muy bonitas. Cuando uno pasea por el campo es muy común ver caballos y vacas. Pero con Geral siempre los disfrutamos como si fueran animales rarísimos.

Foto elocuente

De repente en piso comenzó a inclinarse, lo que quería decir que estábamos iniciando nuestro ascenso. Lo primero que enfrentamos fue un pequeño bosque de pinos que tiene una pequeña censa pedregosa e inclinada, que dista mucho de ser una rampa planita. En este lugar nos detuvimos a comer unos sándwiches entre medio de los árboles. La sombra, el descanso, y los emparedados nos repusieron un poco y mejoraron el humor general. Jesús aprovecho para coser su mochila, pues un enorme cuchillo que transportaba se la estaba destruyendo. Por supuesto que el hilo y la aguja se los dí Geral, quien como siempre había previstos traerlos. Terminadas las rudas artes de costura de de Jesús partimos nuevamente en pos de la cumbre.
Comenzamos a Subir

Descanso y Almuerzo

¡Esperen que saco una foto, y mientras tanto respiro!

De más está decir que apenas empecé a subir comencé a sentir los efectos de mi insuficiencia respiratoria. Pero continué con buena voluntad y paciencia.
Recuerdan que les había contado que era un día de sol espectacular, pues el cielo comenzó a encapotarse, y las primeras gotas comenzaron a mojarnos. A pesar de todo, seguimos. Geral estaba más preocupada por que a la noche no íbamos poder ver las estrellas si el cielo estaba nublado, que por empaparse. Javi, Jesús, Luana, y Facundo se adelantaron. Geral comenzó a regular su marcha para esperarme a mí, eternamente rezagado, y a Martín y Gonzalo. Previamente se había hecho cargo de parte de la carga de los más chicos. Realmente es una mujer increíble, si me lleva, voy a viajar toda la vida con ella. Soy un hombre muy afortunado. Casi llegando al final del pinar, lo marcaba una pequeña etapa, Gonzalo descubre que se le había caído su aislante para la bolsa de dormir. Geral me dijo : -Vos estas como un pez fuera del agua. Deja que voy a buscarlo. Y comenzó a descender la pendiente que tan trabajosamente habíamos subido. Con Gonzalo y Martín nos quedamos cómodamente sentados sobre una roca, y Geral tardaba en regresar. Al cabo de un rato, preocupados, comenzamos a llamarla a los gritos. Fue entonces cuando la escuchamos subir puteando entre los pinos.

Geral hizo 2 veces parte del camino

Cuando llego al lugar donde estábamos nos dijo: ¡Tuve que bajar hasta donde comimos, ahí se le callo! Es increíble el espíritu que tiene mi mujer, pues apenas arribo y sin descansar dijo: ¡Vamos! ¡Y yo la seguí, ya dije que la seguiré hasta el final del mundo!

¡Vamos... vamos que hay que seguir!

Al salir del pinar, seguimos subiendo… rocas, pendiente, rocas, bronco espasmo y esperen que tomo un poco de agua…eran mi realidad. Sin embargo amo caminar por la montaña, aunque mis pulmones griten. La bellaza cambiante y las constantes sorpresas que ofrece el paisaje vale la pena todo los esfuerzos. También es hermoso, luego de un trabajoso trecho, mirara así atrás y pensar… ¿Todo eso subí? Ni las fotos, ni algún video perdido describen lo que es estar ahí. En las imágenes capturadas por artefactos digitales todo parece más chico y menos imponente. Según me contó la bibliotecaria que todo lo sabe, Internet, el sistema de Ventania es de origen precámbrico y esta emparentado geológicamente con la Precordillera de los Andes. Realmente cuesta pensar, mientras uno camina por estos escarpados terrenos, que uno se encuentra en la Provincia de Buenos Aires.

¡Que lindo!

Para estas horas las gotitas, sin llegar a ser, diluvio podían ser llamadas lluvia. La temperatura había bajado, y el viento arreciaba. Nosotros pensábamos que nuestra excursión iba ser solitaria, o que a lo mejor nos encontrábamos con alguno que otro caminante. Sin embargo la cantidad de gente, sin llegar a ser multitudinaria, como en el Cerro Ventana, era numerosa. Subiendo nos encontramos con unos tipos de Mar del Plata que transportaban un montón de chirimbolos electrónicos para hacer trasmisiones de radio, habían armado unas carpas e imprimado una antena colgando unos cables de los árboles. Sus aparatos eran enormes.
Llegamos a un alambrado de pocos hilos, que para transponerlo se empuja hacia abajo y se pasa por arriba. Geral estaba con los chicos enese trámite cuando un señor que venía bajando campantemente los ayudo. Era “El Chegu”, un personaje cincuentón, canoso, alto y robusto, que estaba realizando su ascenso número 198 al Tres Picos. Tiene un blog que es imperdible http://elchegu.blogspot.com/ . En esta página web nos enteramos posteriormente ya realizó su ascenso número 200. Agustín Moreno, así se llama el obstinado escalador, forma parte del grupo “Abrazo a Ventania”; que tiene por propósito proteger a este sistema de sierras de los proyectos de explotación minera. El Chegu ha escalado varias montañas, y su persistencia en el Tres Picos es todo un símbolo, lo ha subido… de día, y de noche, en invierno, primavera y verano, sólo y con multitudes. Conoce el cerro como el living de su casa, y ha sacado unas fotos espectaculares. Visiten el blog.
Seguimos caminando, o trepando, y poco más adelante nos encontramos con Facu, Javi, Luana y Jesús que nos estaban esperando al abrigo de una gran roca.

Cansado el gaucho!

Si es que una piedra puede abrigar, al menos cortaba un poco el viento. Allí descansamos un rato. Retomamos la marcha, a poco de andar el terreno comenzó a bajar un poco, y las rocas fueron dejaron paso al pasto, finalmente llegamos al corral. El lugar era uno de los puntos de referencia del planito. Llegar a algún lado, aunque no se la meta final, da cierto aliento. Por suerte había parado de llover, y se estaba despejando.


Lo fácil dura poco, comenzamos a subir nuevamente y alcanzamos lo que se conoce como el paso dinamitado. Después atravesamos dos barreras rocosas, que se trepan ayudándose con las manos. No son muy altos, ni difíciles de trepar, pero cuando uno está cansado cuesta un poco.
De más está decir que el paisaje que se va apreciando por el camino es espectacular. Con Geral nos deteníamos a observarlo, lo disfrutamos mucho.
Finalmente luego de caminar un rato, subir y bajar, llegamos a la “Cueva de los Guanacos”. El lugar estaba lleno de gente que ya había armado su carpa. Nuestra carpa es enorme, y no entraba en el espacio que quedaba. Con Geral realizamos una recorrida por los alrededores en busca de otro lugar para acampar. Pero no encontramos una superficie lo suficientemente plana y reparada, había mucho viento. A pocos pasos de la entrada de la cueva, la pendiente es abrupta y baja a un profundo cañadón. Desde el lugar la vista de la cumbre del “Tres Picos” es privilegiaba. Armamos la carpa dentro de la Cueva de los Guanacos, casi en la entrada. La pusimos hecha un acordeón para que cupiera entre rocas, pequeños desniveles, y otras carpas. Los que no cabíamos, holgadamente éramos nosotros, entrábamos como sardinas en una lata.

En la Cueva proliferaban, las partidas de truco y otros juegos de cartas. No paraban de llegar nuevos acampanes que iban armado sus carpas ya afuera o adentro pero sobre enormes rocas. Había gente de Tres Arroyos, Lujan, Coronel Suárez, Bahía Blanca, y otros lugares. A modo de merienda comenzamos a darle al pateé con galletitas y leche Cindor. Luego vinieron las partidas de chinchon, pero como a mi los juegos de cartas me aburren salí del hacinamiento de la arrugada toldería y me puse a vagar por el entorno. Me encontré con un muchacho, joven y cuarentón como yo, pero que me excedía en kilos. Me contó que había venido de Coronel Suárez con tres amigos. Mientras me señalaba unos puntitos diminutos en la ladera del Tres Picos, me dijo ellos están subiendo en este momento, pero yo tengo un tironcito en la pierna y decidí no subir para no ser una carga. Si me lastimo me van a tener que bajar. El comentario me afecto un poco psicológicamente… Pensé… Ser la carga, ser el lento, ser el que se puede lastimar por viejito y gordo. Cuando uno emprende estas pequeñas aventuras que no forman parte de su vida diaria, y no se encuentra en un estado físico optimo, el bocho trabaja. El peor enemigo que tiene no es la montaña, sino uno mismo. Por subir al cerro que es el techo de la Provincia de Buenos, no se gana el record Guiness, ni se cumple una hazaña que quedará en la historia del montañismo, pero si nunca lo hiciste es la máxima aventura. Estuvimos largo rato mirando como los tres muchachos de Coronel Suárez se debatían con el gigante de los cerros bonaerenses. Los tipos apenas se veían, había que prestar mucha atención, eran más chiquitos que hormigas que trepaban muy lentamente lo que desde lejos parecía como una grieta enorme entre dos de los picos. Desde la Cueva de los Guanacos, se ven solamente dos de los tres picos, el tercero está de detrás. Y yo pensaba, mañana estaremos ahí luchando para conseguir tu cumbre. Cuando la gente de Coronel Suárez regresó de la cumbre, charle un rato con ellos habido de información. En su relato decían ¡Y es jodido! ¡Al final se pone bravo! Todos comentarios que no sembraban precisamente la confianza en mí.


Después de un rato aparecieron Jesús y Gonzalo que habían cansado de jugar a las cartas. Con Quechu hicimos un ritual que consintió en dar gritos salvajes y desaforados para pedirle permiso al “gran gigante”, para que nos dejara alcanzar su cumbre. Al cabo de un rato apareció Geral, y me dijo ¡Ah… estabas a acá! Caminamos de la mano por las cercanías, miramos los precipicios y nos hicimos mimos mientras escuchábamos el murmullo de Ventania.

A modo de cena, comimos queso ahumado, queso gouda, salamín (todos productos de El Viejo Hobbit), sardinas y galletitas. Con la caída de la noche refresco bastante más, a pesar de ello con Geral, Jesús y Gonzalo nos fuimos a hacer una breve incursión nocturna por el terreno. Salimos a la derecha de la Cueva de los Guanacos, y caminamos un rato por el senderito que va al techo de la misma. Ya algo alejados del ruido del campamento, nos sentamos en las rocas y comenzamos a ver las estrellas. La luz de las ciudades genera un reflejo que no permite ver el cielo nocturno en su máxima expresión. Cuando uno está alejado de los poblados y las nubes brillan por su ausencia en la noche diáfana verá las estrellas más brillantes y hermosas que pueda imaginar. Como no estaba nuestro astrónomo de cabecera, el Lelo, Geral tomo la cátedra de su padre y comenzó a describir lo que veía. Allí está la “Cruz del Sur”, y los “Siete Cabritos”, y “Venus”, “y la Vía Láctea”. Fue un momento hermoso. Cuando regresábamos al campamento pudimos ver las lucecitas de las ciudades de Saldungaray y Sierra de la Ventana.
Cuando recién nos acostamos la muchachada estaba de guitarreada en el campamento, y la cosa era entretenida. Desde la incomodidad de la bolsa de dormir se escuchaban gran parte del repertorio del rock nacional, algo de la trova cubana y folclore. Vino el momento del ¡aro aro aro! Y los cuentos gauchescos. Dos chabones de Bahía Blanca que estaban en la carpa de al lado se chuparon una botella de “Caña Quemada de Durazno” y estaban enardecidos. Gritaban y se reían, se habían agarrado un pedo pantagruélico. Los músicos languidecían en sus desganadas versiones de “Rasguñan las piedras y la “Vaca Cubana”, pero los pibes de Bahía seguían enloquecidos. Hasta que de repente la toldería de los aventureros de la cavidad de los camélidos quedó en absoluto silencio.
¡Oh el problema llegó en el momento de dormir! Piso duro, rocoso y sin colchón inflable. Con Geral, Jesús y Facundo ocupamos un cubículo de la carpa, mientras que Javier, Luana, Martín y Gonzalo ocuparon el otro. Apenas entrábamos. Consecuencia, me moví toda la noche porque no soportaba el dolor en la espalda y las costillas. Yo compartía una bolsa de dormir matrimonial de dos plazas con Geral, dado que estamos casados. Cosa que para ella resultó ser, al menos en la noche que estuvimos en la Cueva de los Guanacos, una desgracia. Pues no pude dormir, ni la dejé dormir. Estaba furiosa, pero yo no podía con mi genio y me seguía moviendo, y se me dió por los ataques de claustrofobia. Me levanté, me fuí a hacer pis, y miré una vez más las estrellas. Afuera el viento arreciaba y Geral se cagó de frío. Yo me hubiera ido afuera pero las condiciones climáticas no daban ni ahí. Los chifletes entraban por todos lados, los integrantes del otro cubículo a la mañana siguiente también se quejaron del frío. Sobre todo Javi, porque Luana lo había destapado y el viento le laceró la espalda. La noche fue larga y penosa, el insomnio estaba sazonado, condimentado y saborizado con la dureza del suelo, el cansancio y los ronquidos de las carpas de alrededor. Juro que en medio de la noche escuche el pedo más sonoro de mi vida. Un habitante de una carpa vecina expelió una ventosidad por su cabidad anal que fue digna del record Guiness, lamento no haber tenido un decibelímetro, porque fue algo increíble… potente como un rugido en la noche, el clamor de un elefante, el llamado de una ballena, el grito de un gorila o algo así.

2 de noviembre


Amanecer en la Sierra

Cerro “Tres Picos”, quienes queremos alcanzar tu cumbre, invocamos tu sabiduría y buena voluntad. ¡Dejadnos llegar!
El campamento se puso en movimiento, temprano muy temprano. Me levanté con Jesús mientras el resto del grupo se quedó en la carpa. Vimos un amanecer espectacular entre las sierras. Me dieron muchas ganas de llamarla a Geral, pero seguramente me mandaría a freír churros. Además sin mi persona moviéndose tendría mayores posibilidades de dormir un rato. En el transcurso de una hora la Cueva de los Guanacos se despobló. De las 20 carpas que había, quedaron dos, la nuestra y la chabones que se habían tomado la caña Durazno.

Atras se el Tres Picos, en la foto parece chiquito pero subirlo te hace cambiar la vision

La totalidad de nuestro grupo estaba en pie poco después de que el sol dejo de se alejo de las montañas. Hubiera sido fantástico desayunar algo caliente para comenzar el día con vigor, pero si bien llevamos calentador no teníamos ninguna jarrito para calentar, ni tampoco las infusiones habituales. Así comimos unas galletitas con patee. Facundo y Luana consideraron que su aventura llegaba hasta la Cueva de los Guanacos, y que desde allí la cima del Tres Pico se veía muy bonita. Facundo no había traído medias, simplemente se las había olvidado en el bolso haciendo caso omiso a las recomendaciones sistemáticas y constantes de sus progenitores. Pero de todos modos no fue ese el problema, aparentemente no tenía ganas. Es así entonces que partimos Javier Roncoroni (Siempre con el tobillo que le rompe la bolas), “Jesús la Bestia Mestre”, Martín Ignacio Roncoroni, Gonzalo Pedevilla, Geraldine Elizabeth Sonneborn y Juan Pablo Aníbal Roncoroni, en pos de alcanzar el punto más alto de la Provincia de Buenos Aires.

Desde la cueva los Guanacos se aprecian dos senderos que enfilan para la cima, ambos están ubicados en el faldeo de la sierra, pero uno está más arriba que otro. El más alto es el que conviene porque la altitud ganada cuando se avanza no se pierde, por ese fuimos. Para tomar el camino, debe salirse en sentido contrario al que va a la cima, para poder acceder al techo de la cueva; y desde allí corregir la dirección para tomar el sendero referido. Estábamos cansados, y el primer tramito, antes de tomar el sendero se no hizo pesadito. Pero una vez ubicados en el caminito la caminata es agradable sobre una pendiente leve, pero bastante prolongada. Jesús, Martín y Javier tomaron juvenilmente la delantera. Gonzalo avanzaba un poco detrás de ellos, pero de cuando en cuando se sentaba a descansar.
Con Geral estábamos conmovidos por el paisaje, y cubrimos esta primera etapa charlando y disfrutándolo, el día estaba radiante y la temperatura agradable. Marchábamos detrás, como Aragorn… Con paso leva pero firme. Todo va bien hasta que se llega a un punto que se conoce como el bote (una piedra de unos 6 metros que tiene forma de bote) desde allí la pendiente se hace abrupta.

El bote

Nos fuimos introduciendo en un cañadón empinado que separa a los dos picos que se pueden apreciar, la pendiente es cada vez más abrupta, y se termina subiendo con pies y manos. Geral me esperaba y me alentaba. Yo estaba extenuado, pero me sentía inmensamente feliz, lo estábamos logrando. Cada tanto nos deteníamos a descansar, pero sobre todo a mirar el paisaje, desde el punto panorámico que habíamos alcanzados podíamos ver a los cerros Napostá y Ventana; y al cordón serrano de Ventanía. Nunca me cansaré de repetirlo, la vista es increíble. Otra vez vimos guanacos, estaban parados en la cornisita por donde habíamos pasado hace cinco minutos y los observábamos de más arriba.

Geral subiendo, vamos que llegamos!

La última etapa es la más difícil, o al menos la más desconcertante porque nos desorientamos un poco y no sabíamos bien por donde subir. Con Geral estábamos en eso estábamos cuando escuchábamos los gritos victoriosos de Jesús, Javier y Martín… Habían alcanzado la cima. Esto nos produjo una gran alegría, porque eso quería decir que el gran gigante le había permitido pisar su cúspide a la expedición de “los hobbits aventureros”. Javier nos grito ¡Es por acá!, y si teníamos que subir unas rocotas que no nos generaban mucha confianza, pero era por ahí. Una vez superado el último obstáculo, nos dimos cuenta que no era para tanto. Desde allí caminamos unos pocos metros y llegamos hasta el hito que marca la cumbre del “Cerro Tres Picos”, es hermoso. Nos sacamos fotos filmamos, y nos sentimos re-felices de nuestro modesto logro.


En el lugar el viento soplaba persistentemente y pudimos ver en el hito, usado como mástil, jirones de lo que fueran la bandera argentina. De tanto en tanto, alguien pone nuestro pabellón nacional allí para que la argentinidad se esparza con el viento. Es muy emocionante ver flamear aunque sea un pequeño fragmento de la bandera creada en las barrancas del Paraná. En la cumbre también hay una especie de banqueta, como las de las barras de los bares pero más alta. Es muy loco sentarse ahí, porque uno esta por encima de todo. A pocos metros del regreso, nos cruzamos con los muchachos que se tomaron la Caña Durazno. Ellos pusieron la Bandera Argentina por un rato, y luego la sustituyeron por la de su taller mecánico. No nos pareció irreverente, ni mala idea, así con Geral nos dijimos que volveríamos a la cima en otra oportunidad para poner una Bandera con una inscripción de “El Viejo Hobbit”. No cronometramos el tiempo, pero desde la Cueva de los Guanacos hasta la cumbre del Tres Picos habremos tardado dos horas y media.


Emprendimos el regreso a la Cueva de los Guanacos, cansados pero felices. Bajamos despacio, formando dos pelotones como a la ida. En retaguardia marchábamos Geral, Gonzalo y yo. Una vez ubicados en el campamento dimos fin a lo quedaba de salamín, sardinas y queso ahumado.

Bestias hambrientas exterminando las provisiones

Desarmamos la carpa y armamos las mochilas, que estaban más livianas porque no teníamos comida y quedaba poco agua. Se toma agua todo el tiempo, es una tortura llevarla pero el organismo la necesita constantemente. A pesar de que habíamos traído más de 3 litros por persona para el regreso quedaba poca, y de hecho se acabo y en la última etapa tuvimos un poco de sed.

Cueva de los Guanacos a la vuelta de subir al 3 picos

Nunca me gustaron los grafitis, pero reconozco
que este me produce cierta simpatía ¿Quienes serían el referido grupo?


Descanzando en la Cueva de los Guanacos

Volver se hace pesadito, porque las piernas no quieren saber nada, pero no queda otra que caminar. Casi todo el camino es en bajada, y uno se admira de que lo hizo en sentido contrario en subida. El cansancio, el dolor en las piernas y las incomodidades generadas por llevar peso son apenas un precio ínfimo por toda la belleza que el Tres Picos te brinda. Cuando salimos del pinar que marcaba el final del descenso todavía faltaban tres kilómetros de terreno llano para llegar al puesto Glorieta.


La caminata de la recta final se hizo interminable pero para nuestra alegría llegamos a la TATA. La máquina de la India nos estaba esperando, arranco vigorosa. Me puse al volante y fuimos hasta la administración donde dejamos la basura, recuperamos nuestros $ 50, y tomamos agua. Al poco rato de tomar el camino de tierra que nos llevaba a la Ruta 76, mire por el espejo retrovisor y pude comprobar que estaban todos dormidos, el Tres Picos los había dejado mansos y tranquilos.
Llegamos a Villa Ventana a eso de las 15:00 horas. Como ya llevábamos varios días durmiendo en carpa, nuestra última noche en la Cueva de los Guanacos había sido arto incomoda, estábamos cansados y teníamos una mugre proverbial; con Geral decidimos alojarnos en una cabaña. Primero fuimos a “La Ponderosa”, donde estuvimos con Geral en el 2007, pero estaban todas alquiladas. Así que nos pusimos a girar buscando alojamiento, hasta que finalmente recalamos en las cabañas del Molino. Ya conocíamos estas cabañas porque habíamos estado alojados en 2005. Nos instalamos en una cómoda unidad para 8 personas, muy bonita, de mampostería pero con mucho revestimiento de madera. La casita que ocupamos no se parece a la cabaña “Daniel Boone” (o sea entiéndase una cabaña de troncos), pero estaba buena. Pagamos $ 300 por noche.
Boludiando en la plaza de Villa Ventana mientras preparaban la cabaña

Disfrutando de las comodidades de la Cabaña
sus instalaciones superan a las de la Cueva de los Guanacos

Como decía, la maldita cueba no tenía tele, y mucho menos colchones

Con Geral cantamos pri para bañarnos porque teníamos que ir con la camioneta a cargar combustible a Sierra de la Ventana. Con todo el cansancio del mundo montamos la TATA y yo me puse al volante. Geral fue y volvió media dormida. No se quiso bajar ni al Supermercado donde compramos algunas cosas para comer. Cargamos 30 litros de Gasoil YPF Ultra diesel a $ 2,27, total $ 68.
A la noche cocine un guiso de arroz con carne picada, que no estaba feo pero creo que fue la comida menos destacable del viaje. Además nadie comió mucho porque le habíamos dado duro a las facturas y a la Cindor en la Placita mientras esperábamos que limpiaran las cabañas. Luego de la cena, nos desmayamos sobre nuestras respectivas camas con colchones mullidos y sábanas limpias, todo un lujo.

3 de noviembre
Alrededor de las las 9:00 nos levantamos y disfrutamos del desayuno espectacular que incluye la tarifa de las Cabañas del Molino. Café con leche o chocolatada, pan casero, dulce de elaboración propia y budín. Todo riquísimo. ¿Que más se puede pedir?

Pastizales de Pillahuinco

Luego, como estaba previamente organizado, nos dirigimos al Parque Provincial Ernesto Tornquist, pero esta vez al área conocida como Pillahuinco. Allí nos encontramos con nuestro guía local “Poto”. Este muchacho, que declaró tener 30 años, montó a la TATA a las 11:00 en la administración del parque. Primero pasamos por el Vivero, y luego atravesando una tranquera nos introducimos en uno de los biomas que protege el parque: “El Pastizal”. Este espacio está ubicado al pie de la sierra. De acuerdo con lo que describió Poto, en la región pampeana prácticamente no quedan pastizales en estado original. Las actividades que surgen de la práctica de la agricultura y ganadería modificaron el paisaje bonaerense, desplazando plantas y animales autóctonos. El herbívoro natural de la zona en que visitamos es el guanaco. Teóricamente en Pillahuinco debería protegérselo y promover su reproducción. Pero sucede que hay una especie intrusa que le saca el espacio al camélido y depreda el pastizal.
Lechucita

La Tata, como siempre Presta a la Aventura

Más pastizales

A continuación la historia de los referidos intrusos: En 1942 la Estancia El Cardal de Ayacucho, propiedad del Dr. Emilio Solanet, dona una pequeña tropilla de caballos criollos. De este mismo establecimiento provienen los famosos Gato y Mancha, fletes que demostraron la fortaleza de la raza criolla yendo desde Buenos Aires a New York en 1927. La Raza fue recuperada por Solanet, quien trajo de la Provincia de Chubut yeguas y padrillos indios que fueron adquiridos a un cacique tehuelche. Los ejemplares que actualmente habitan en Pillahuinco se hicieron salvajes porque no tuvieron ningún tipo de manejo por parte del hombre. Su reproducción se dio desde 1942 por selección natural, y alcanzan los 700 individuos en 2000 hectáreas. Son bellísimos, sus crines están largas, tienen los hábitos salvajes de sus ancestros, no conocen bozales, ni monturas.

Si vemos a estos animales desde el punto de vista de lo que significan históricamente y genéticamente debemos decir que son una joya única. Tampoco podemos olvidar de que constituyen un atractivo turístico. Según mi modesta, y quizás no muy autorizada opinión, poseen la principal característica de los caballos que Solanet trajera de la Patagonia: Fueron forjados por la naturaleza y no por el hombre, quien realiza cruzamientos y selecciones de acuerdo a su criterio.

Los Caballos Salvajes de Pillahuinco

Poto (derecha al fondo) espanta a los caballos para que los veamos correr


Poto nos contó que la permanencia o retiro de los equinos, así como el manejo para controlar la cantidad de caballos en el Parque Provincial Ernesto Tornquist, constituyen una controversia hasta ahora no ha tenido resolución.
  • Hay quien considera que a los caballos hay que sacarlos y poner guanacos.
  • Están los que piensan que si los caballos están desde hace varias décadas en el lugar, habría que dejarlos en paz ¿Qué es eso de que el caballo es un animal exótico?
  • Los que tienen una postura más moderada, sugieren que debería irse castrando a los padrillos, e ir dejando una población más reducida que se pueda controlar.

Francamente no se que opinar, pero confieso que los caballos nos cayeron muy simpáticos. Se que quizás corremos el riesgo de que alguna plantita endémica (que sólo existe en el Parque) pueda extinguirse. Pero también dudo que el hombre sea más sabio que la naturaleza a la hora de decidir quien procrea y a que padrillo le cortan los huevos. Por otra parte también temo que algún funcionario se haga unos pesos entregando los caballos a un matadero.
Más allá de la discusión fue hermoso ver a los bravos corceles de Pillahuinco. Poto nos mostraba como galopaban mientras el corría detrás de ellos. Sinceramente, estos cuadrúpedos y sus ansias de libertad nos conmovieron. Quizás no estén en el lugar más adecuado, pero sin duda estas bestias son un orgullo para la raza criolla y el patrimonio nacional.
Al cabo de andar un rato con la TATA, y después de que badeara a lo DEFENDER un pequeño arroyo, el guía ordenó echar pie a tierra. Estábamos medio remolones, pues después del Tres Picos no nos entusiasmaba mucho caminar, pero igual lo seguimos. Para variar comenzamos a trepar la sierra, siguiendo la orilla de un pequeño arroyo.



Recibimos una clase de zoología muy interesante, probamos un yuyo que tenía gusto a zanahoria, reconocimos la hierba con que se fabrica el Fernet, descubrimos una planta que tiene alto contendido de agua y aplaca la sed y nos adentramos en herboristería tehuelche. Esto aborígenes americanos eran los habitantes originarios de la zona de Sierra de la Ventana. Luego se producen una araucanización con la invasión de los Mapuches.

Poto nos llevo, siempre trepando la sierra, hasta la Cueva del Toro, que se llama así corque en una de sus paredes tiene unas marcas que según la creencia popular fueron hechas por las guampas de los toros que así se entretenían vaya a saber con que propósito. La Cuestión que al toro no lo vimos, pero si vimos una enorme montaña de cagadas de murciélagos. En medio del vaho, que no nos afectaba, recibimos una clase de geología. Para explicarnos Poto se valió de dos tablitas que sujetaban lonjas de goma eva de varios colores. Cada una de las tiras representaba las capas terrestres, y el guía retorcía el adminículo para mostrarnos como a traves de millones de años, cuando la tierra era muy joven y los hombres no la habitaban, se fue formando el sistema de Ventanía. Todo ello ocurrió en la era precámbrica. Modestamente sugiero que a la Cueva del Toro la rebauticen como la “Cueva del Libro”, porque cuando la miras desde abajo parece un libro semiabierto.



En un punto de la caminata Poto nos mostró su capacidad para domar ranas que cambian de color según la superficie en la que se apoyen. Tiene las virtudes del camaleón, y un rato más tarde Geral también estuvo haciendo buenas migas con ellas. Esto quiere decir que las hacía posar sobre su brazo y las ranas se quedaban un rato tomado sol, muy tranquila y pensando: ¡Esta colorada no come ranas!


Tertulia entre chicas



Luego seguimos caminando por la sierra y dimos todo un rodeo, hasta que desembocamos en un cañadón, bajamos por el mismo fuimos a ver las pinturas rupestres que están en una pequeña cueva que hace 2000 años recibía a huéspedes tehuelches. Las pinturas son muy elementales, no se imaginen Altamira. Pero lo maravilloso es como el hombre deja su huella. Hace 2 milenios, según constatan los estudios científicos, hombres que contaban con escasísimos recursos marcaron la piedra. Hay una especie de dibujo que parece, ser con mucha imaginación, un hombre. También vimos nueve líneas hechas con pigmento rojo. Las mismas han dado lugar a las interpretaciones más dispares. La más común es relacionar las rayas con las nueve lunas del periodo de gestación maternal.


Grafitti Tehuelche con 2000 años de antiguedad

Caminando, caminando llegamos a lo que se conoce como la “Piedra de Sacrificio” un bloque de piedra rectangular que tiene unos 2 x 3 metros. Por el lugar no anduvieron ni los Mayas, ni los Aztecas, así que le dicen la piedra de sacrificio porque alguno se le ocurrió que tribus salvajes sacrificaban a sus enemigos en la referida plataforma, cosa que no tiene el menor asidero histórico.


El lugar es un excelente punto panorámico, y desde allí observamos como un padrillo ensartaba a una yegua. Debemos decir que la herramienta del caballo era poderosa, pero la yegua ni se mosqueo. Todo fue muy rápido, pobre yegua merecía un rato más de entretenimiento. El caballo quedo mansito y quietito.


Poto nos alentó a seguir conociendo otros lugares del cordón serrano, que dicho sea de paso es muy grade porque tiene 180 kilómetros de largo y 60 de ancho. Nos hablo de “Cura Malal”, un lugar el partido de Pihue, donde bellísimos lugares para hacer treking, cuevas con pinturas rupestres (que desgraciadamente fueron muy deterioradas por los boludos) y túneles que se transitan panza abajo.



Seguimos nuestra marcha paseandera y recuperamos el terreno llano. Fuimos hasta el arroyo que habíamos cruzado con la Tata, pero a otra altura del cause. Potos llevo hasta un lugar donde se hacen unas piletitas de agua cristalina.




En el lugar Gonzalo, Facundo y Martín se bañaron y divirtieron un rato. Los más adultos, entre tanto charlábamos placidamente sentados en unas piedras. Potos nos informaba sobre sus habilidades como asador, y su experiencia en esta actividad en Costa Rica, país en el que trabajo en una parrilla de estilo argentino.

De repente una tropilla se acerco a curiosear, el semental al frente, las yeguas un poco más atrás, y los potrillos a la retaguardia. Nos quedamos quietos, los caballos se arrimaron a unos 10 metros de donde estábamos, luego permanecieron un rato mirándonos. El relincho y partida del padrillo bastó para que la tropilla se alejara con él. Se fueron a tomar agua un poco más lejos. ¡Que lindos que son! Tuvimos mucha suerte, porque estaba lleno de potrillos y pudimos enternecernos con ellos. Javier no se cansaba nunca de decir lo mucho que le gustaban los caballos.


Volvimos caminando hasta la TATA y emprendimos el regreso. Cuando estábamos volviendo, vimos una vez más los viñedos que está plantando en la estancia vecina un adinerado señor, de origen chileno, cuyo nombre es Fernando Muñoz del Toro. Su establecimiento tiene 6000 hectáreas, y en unas 40 esta experimentando con la vid usando el método de secano. Esto quiero decir cultivar sin usar riego. Del proyecto participa el enólogo francés Michel Rolon, persona muy conocida en el mundo del vino.
Poto nos contó que hay controversia alrededor de los proyectos del acaudalado empresario. Parece ser que quiere hacer un complejo turístico de alta categoría en ese lugar, lo que pone nerviosos a los ecologistas. Según lo que nos dijo el guía están preocupados por el uso de los caminos del parque, pues es la única vía de acceso a las tierras de Muñoz del Toro. Temen que exista una especie de privatización encubierta de los caminos, y que se restrinja el uso público. O algo así, o yo no entendí nada.
En la entrada del Área de Pillahuinco, nos despedimos de Poto con mucho afecto. Quedamos en mandarle las fotos pero nos dio un e-mail que no anda ni para atrás. Recomendamos especialmente a Poto como guía, pueden preguntar por él en la oficina de turismo de Villa Ventana.
Luego nos fuimos a comer unos santuchitos en un pinar frente al parque. En el lugar todos jugaron a la escondida y a la mancha. Yo preferí quedarme leyendo un libro sobre la historia del “Gran Hotel de Villa Ventana”. El histórico edificio se incendió en 1983, había sido fundado por la compañía del ferrocarril cuando era de los ingleses. Tenía más de 170 habitaciones, equipamiento de gran lujo, y su arquitectura imponente y pintoresquita contrastaba con el entorno rural. Tuvo una historia azarosa, y no muy afortunada. Cuando fue expropiado y cayó en manos del estado su decadencia fue vertiginosa. Sufrió saqueos, y fue victima de las decisiones más descabelladas. Como dato curiosos podemos decir que entre sus ocupantes estuvieron en calidad de prisioneros de guerra, los marineros alemanes tripulantes del “Gaff Spee”, el acorazado que fue hundido en el Río de la Plata durante la Segunda Guerra Mundial. Algunos de los referidos hombres de mar, se quedaron para siempre en la región de las sierras bonaerenses, donde se casaron con mujeres argentinas y fundaron familias. El hotel estaba muy cerquita de Villa Ventana, no pudimos visitar sus ruinas porque el predio estaba cerrado. Si lo habíamos hecho en nuestro viaje de 2005.
Luego de los sanguches y la mancha regresamos a pasar nuestra última tarde en Villa Ventana. Aprovechamos para comprar alfajores en Mamuelquen, que son muy ricos. También salimos en busca de algunos regalitos para llevarle a amigos y parientes. Con Geral, paseamos un rato por nuestra querida Villa Ventana. Confieso que estamos enamorados del lugar y de la región que la circunda. Tenemos algunos sueños al respecto. Cuando terminemos las sucesivas reformas en nuestro restaurante “El Viejo Hobbit”, seguramente afrontaremos nuestros sueños ventaneases.
Pasamos por el mercadito el Serranito y le compramos a nuestro amigo el carnicero dos lomos, y unos chorizos de puro cerdo que vienen con queso parmesano. Además nos proveímos en el lugar de cebolla, morrón, etc, para hacer unas brochotes a la parrilla. Las brochotes resultaron una excelente despedida de nuestras vacaciones. Las armamos con Kechu, y yo las ase a la parrilla. Parecía un montón de comida, pero no quedo nada. A juzgar por la respuesta de los comensales, parece que estaban buenas. De más está decir, que con Geral, acompañamos el asadito con un vinito.
Nos fuimos a dormir, y seguramente todos deben haber soñado con la belleza de las sierras que al día siguiente dejaríamos atrás.



4 de noviembre

Nos levantamos y disfrutamos por segunda y última vez del espectacular desayuno de las Cabañas del Molino.

Superamos el bardo habitual de subir todas las cosas en la camioneta y atar las que van en la baca. Con la Pelopincho otra vez en el techo partimos, luego de las fotos de rigor (132.597,9 Km.)


Fuimos a Sierra de la Ventana para cargar combustible y reponerle el aire a las cubiertas dado que las habíamos desinflado un poco. Cargamos Gasoil YPF Ultradiesel. Apenas 10 litros, que nos salieron $ 23. La TATA acusaba 132.619, 1 kilómetros. Salimos de Sierra a las 12:00 con destino a Mar del Plata, donde teníamos que dejar a Jesús, Javier y Luana.

El primer tramo maneje yo. El viento a favor nos volvió a favorecer, el día estaba lindo y caluroso, no hubo percance alguno.

Cargamos YPF ultradiesel en Tandil, la TATA marcaba 132.944,7. Le pusimos 32 litros a $ 2,27 Total: $ 78.

Nos comimos unas hamburguesas en el bar de la estación de servicio. Las pagamos con VISA porque nuestro efectivo era escasísimo.

Geral tomo el volante y todo siguió sin inconvenientes. Llegamos a Mar del Plata y se separo la “compañía de los
8”. Estuvimos un rato en el depto de Javi, y luego partimos a Gesell. Cuando llegamos el cuento kilómetros decía. 133.224. Habíamos recorrido 1563 kilometros en nuestras vacaciones. Bravo por la TATA y la compañía de los 8. Me olvide de anotar los horarios.