Luego de resolver nuestros problemas en la instalación eléctrica del Trailer en Armenia. Partimos rumbo a Medellín, pero sabiendo que no llegaríamos a la famosa ciudad Colombiana. Sabíamos, que tendríamos que dormir en una estación de servicio antes de llegar. Medellín no es muy atractiva para llegar de noche, desafortunadamente su fama antecede a la ciudad. Viajamos ya cayendo la tarde unos 150 kilómetros de los 200 que teníamos que hacer para llegar a Medellín, deslumbrándonos con una Colombia que nunca se cansa de regalarte belleza y verde rabioso. A pesar de sus caros, abusivo y reiterativos peajes viajar por las rutas de Colombia es un placer, la belleza del país te inunda… su vegetación tupida, sus pastizales, sus ondulaciones, los cebúes que parecen autóctonos al paisaje y los paisas (habitantes de la región de Antioquia) te saludan agitando gorros de paja. Dormimos en una estación de servicio, donde se practicaba uno de los principales deportes colombianos, el lavado de camiones, es el increíble el fanatismo que tienen en esto. Esa noche llovió profusamente, pero nuestro Delta y la Discovery nos protegieron de las inclemencias temporales. Digo el Delta y la Disco, porque Martín y Facu desde hace rato, han adoptado a la camioneta como habitación, dicen que es cómoda.
Partimos tempranito, y luego de atravesar montañas y niebla, y sortear riscos y camiones, al cabo de dos horas llegamos al Parque del Poblado, el lugar de donde parte el Turibus en Medellín. Sabiamos que teníamos pocas horas para recorrer la ciudad. Así que nos tomamos el Turibus a la una de la tarde, por suerte antes tuvimos tiempo de comer excelente comida paisa en un restaurantito, que ofrecía un menú económico, algunos se inclinaron por el pollo y otros nos tentamos con la “Sobrebarriga” (versión colombiana del matambre), mi sobre barriga estaba tierna, y tenía sabor a matambre, lo que me trajo buenos recuerdos de mi sabrosa Argentina. Los platos, tipo menú, siempre vienen con arroz blanco, banana frita, frijoles y ensalada, la sobrebarrida tenía una salsa que era menos argentina Bruce Lee, pero sabrosa.
Recorrer Medellín en el Turibus fue acertado, ya que en cuatro horas vimos sus atractivos más relevantes, primero visitamos la Plaza Botero, donde hay 23 esculturas del maestro colombiano, ya habíamos disfrutado de Botero en Bogota, pero encontrarnos con tal cantidad de esculturas en un espacio público fue muy lindo. Los gordos de Botero, mujeres, hombres, caballos o pájaros, son lindísimos por donde se los mire. La plaza botero tiene un edificio de “estilo ajedrez” que invita a que se lo mire un rato deleitandose con sus raras formas.
Otro de los lugares visitados fue la Plaza Bolivar, donde está la catedral, que no saben si la hicieron con 1.500.000 o con 8.000.000 millones de ladrillos, según el guía tienen esa duda y no pueden calcularlos.
Pasamos por dos parques: El parque de los deseos, donde las principales atracciones son un reloj solar y unas conchas gigantes colocadas en forma enfrentada y a 15 metros de distancias, si hablas despacito cerca de cualquiera de ellas, la persona que esta en la otra te escucha como si estuvieras gritando, un efecto sonoro interesante. En el lugar funsiona un centro cultural y dependencias universitarias
Al lado del parque de los pies descalzos, hay un edificio inteligente cuyo funcionamiento es muy cibernético; en los alrededores funciona del mencionado parque, funciona un museo interactivo que no visitamos.
Medellin rinde culto a Carlos Gardel, desde el pueblito Paisa tenemos una vista panoramica del aeropuerto donde se accidentó y perdió la vida el zorzal criollo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario