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Juan Pablo Roncoroni, Villa Gesell. Tengo varios blogs que versan sobre distintas cosas... la cerveza, el placer de viajar y escribir.

domingo, 29 de agosto de 2010

Hospitalidad Paisa


            
Salimos de la ciudad de Medellín ya de noche, los mapas del GPS de Ecuador y Colombia no son muy completos y acertados que digamos (sobre todo en las grandes ciudades), así que la salida de la ciudad fue una serie de paradas improvisadas y de preguntas, buscado orientarnos. 

Si bien el paseo en el Turibus, no es algo muy x-trem que digamos, estábamos muy cansados, así que Javí manejo unos cien kilómetros sorteando pendientes pronunciadas, curvas, contra curvas y una lluvia profusa y molesta. No queríamos andar mucho, la idea era buscar una estación de servicio donde dormir. La primera en la que paramos estaba repleta de camiones y no había lugar, pero nos sugirieron que fueramos un poco más adelante al playón de un restaurante cuyo nombre es “Paraje Santa Rosa” (en clara alusión a la ciudad cercana). La playa de estacionamiento era enorme, y había lugar para cien camionetas y trailers como los nuestros. Pedimos permiso, y la hospitalidad paisa comenzó a operar. No sólo que nos dijeron que sí, sino que se mostraron preocupados por que estuviéramos realmente cómodos, que allí es más plano, que cerca de la chimenea de la cocina tendríamos menos frío, que aquel rincón está más reparado del viento. Finalmente nos ubicamos detrás de restaurante, donde había otro playón tan grande como el del frente. Al cabo de un rato de que el trailer estuviera abierto y nosotros instalados. Comenzaron a salir de adentro del restaurante, empleados, parroquianos, y paisas que pululaban por el lugar, todos querían conocer el nuestros trailer Delta 330 por dentro, y todos decían ¡Que bacano… bien bacano (lease piola, lindo, agradable, practico, joya.)! Eran como unas 10 o 15 personas que nos rodeaban, demostraban su afecto y nos acribillaban a preguntas. Nosotros repartíamos tarjetitas con nuestros datos a troche y moche; y todos se entusiasmaban con idea de pasar a visitarnos algún día en Villa Gesell. De repente entre las voces, se escuchó una que se alzaba entre las otras demostrando su autoridad, preguntó ¿Qué quieren comer? Vimos que la voz provenía de una señora, que portaba un pañuelo blanco en la cabeza a la usanza de las cocinas. La señora, arremetió con la pregunta ¿Qué les gustaría comer? Y agregó… ¡La casa invita!  A nosotros francamente nos dio vergüenza, a pesar de que el bagre nos picaba. Y dijimos… nada, no se moleste, nosotros tenemos nuestra comida en el trailer. Pero la verdad era que teníamos exiguas ganas de ponernos a hacer arroz o fideos.  Ante la insistencia de  la señora, finalmente dijimos humildes: Lo que usted quiera invitarnos, no queremos ofenderla rechazando su amabilidad, pero tampoco queremos causarle ninguna molestia. En fin nos sentamos en el enorme restaurante, limpio y parecido a los paradores para colectivos argentinos mejor puestos. A nuestra mesa acudieron, unos tazones enormes de chocolate con canela, unas arepas de maíz (tortillas de maíz, mucho mejores que las que habíamos probado antes), una porción de queso elaborado en el mismo establecimiento, un pan de queso que se llama almojábanas (una versión del chipá, pero colombiano) y unas rosquitas saladas muy ricas. Todo porque sí, porque viajamos en un trailer alrededor de Sudamérica, y la señora  encargada del local, la del pañuelo, tiene una hija estudiando en la Universidad de Palermo, en Bueno Aires. Todo a lo que gentilmente fuimos invitados estaba muy rico, pero lo que más nos lleno fue la amabilidad de la gente paisa, de la señora, y de todos los que se acercaron a nosotros. Los paisas, son los habitantes de la región de Antioquia. En esta región está incluida la ciudad de Medellín. Habíamos sido advertidos, por nuestro amigo ecuatoriano Mishi, sobre la hospitalidad del colombiano en general, pero particularmente de los paisas. El paisa típico, del medio rural, anda con su sombrero de paja, su poncho y resto de los atavíos campesinos que recuerdan a nuestros paisanos argentinos. También su actitud servicial y solidaridad hacen recordar aquella pregunta  de nuestros gauchos que dice: ¿Qué anda necesitando mi amigo? Sin embargo, no todos los paisas  portan sombrero y poncho, la actitud generosa puede provenir de un hombre o mujer, portadores de otros atavíos de la modernidad.


A la mañana siguiente de nuestro generoso tentempié, recibimos nuevamente todo el afecto de la gente del parador, e incluso nos regalaron una generosa porción de pan de queso como obsequio. También compramos una especie de pionono dulce, con el objeto de mantener en pie nuestra dignidad, y no parecer tan caras duras.
      



 Nuestros Amigos Paisas




Nos separaban 600 kilómetros de Cartagena de Indias, que se hicieron largos, pero muy bellos. Atravesamos una zona del país donde predomina el ganado vacuno, sobre todo las vacas destinadas al la producción de leche (Si no me equivoco, de las razas Holstein –muy parecidas a nuestras vacas Holando-Argentinas pero algo más regordetas y retaconas- y Holstein coloradas –iguales a las Holstein pero con manchas coloradas en lugar de negras-)
Los pastizales de esta región de Colombia son de un verde más intenso que los que vemos en la región pampeana, y se extienden en interminables ondulaciones que va copiando el camino. De tanto en tanto, pero siempre visibles, grupos de árboles frondosos salpican el paisaje. No llegamos a cubrir los 600 kilómetros en una jornada, no queríamos llegar a Cartagena de noche, por las consabidas dificultades para conseguir alojamiento o lugar donde dormir en el trailer. Además de eso, ya de noche y faltando unos 70 kilómetros para llegar se largo un aguacero que dificultaba muchísimo la visión,  y por el costado del parabrisa comenzó a entrar agua en la Discovery (cosa que tenemos que arreglar con un poco de fastix) Los próximos 20 kilómetros fueron una tortura, hasta que de pronto divisamos una estación de servicio, donde decidimos parar. No habíamos terminado de estacionar y la lluvia  amainó. Preparamos nuestro trailer para dormir aparcándolo en la puerta del “Hospedaje Malagana”, que estaba pegadito a la Estación de Servicio y Restaurante del mismo nombre, así se llamaban los tres comercios que con su nombre hacían alusión a un pueblo ubicado a escasos kilómetros de distancia. Sospechamos que Malagana, no ha de ser el pueblo más prospero de Colombia. El lugar donde paramos con la camioneta y el trailer, era poco menos que un lodazal, pero de todos modos sirvió para que pasáramos la noche.






















Medellín



Luego de resolver nuestros problemas en la instalación eléctrica del Trailer en Armenia. Partimos rumbo a Medellín, pero sabiendo que no llegaríamos a la famosa ciudad Colombiana. Sabíamos, que tendríamos que dormir en una estación de servicio antes de llegar. Medellín no es muy atractiva para llegar de noche, desafortunadamente su fama antecede a la ciudad. Viajamos ya cayendo la tarde unos 150 kilómetros de los 200 que teníamos que hacer para llegar a Medellín, deslumbrándonos con una Colombia que nunca se cansa de regalarte belleza y verde rabioso. A pesar de sus caros, abusivo y reiterativos peajes viajar por las rutas de Colombia es un placer, la belleza del país te inunda… su vegetación tupida, sus pastizales, sus ondulaciones, los cebúes que parecen autóctonos al paisaje y los paisas (habitantes de la región de Antioquia) te saludan agitando gorros de paja. Dormimos en una estación de servicio, donde se practicaba uno de los principales deportes colombianos, el lavado de camiones, es el increíble el fanatismo que tienen en esto. Esa noche llovió profusamente, pero nuestro Delta y la Discovery nos protegieron de las inclemencias temporales. Digo el Delta y la Disco, porque Martín y Facu desde hace rato, han adoptado a la camioneta como habitación, dicen que es cómoda.






Partimos tempranito, y luego de atravesar montañas y niebla, y sortear riscos y camiones, al cabo de dos horas llegamos al Parque del Poblado, el lugar de donde parte el Turibus en Medellín. Sabiamos que teníamos pocas horas para recorrer la ciudad. Así que nos tomamos el Turibus a la una de la tarde, por suerte antes tuvimos tiempo de comer excelente comida paisa en un restaurantito, que ofrecía un menú económico, algunos se inclinaron por el pollo y otros nos tentamos con la “Sobrebarriga” (versión colombiana del matambre), mi sobre barriga estaba tierna, y tenía sabor a matambre, lo que me trajo buenos recuerdos de mi sabrosa Argentina. Los platos, tipo menú, siempre vienen con arroz blanco, banana frita, frijoles y ensalada, la sobrebarrida tenía una salsa que era menos argentina Bruce Lee, pero sabrosa.




Recorrer Medellín en el Turibus fue acertado, ya que en cuatro horas vimos sus atractivos más relevantes, primero visitamos la Plaza Botero, donde hay 23 esculturas del maestro colombiano, ya habíamos disfrutado de Botero en Bogota, pero encontrarnos con tal cantidad de esculturas en un espacio público fue muy lindo. Los gordos de Botero, mujeres, hombres, caballos o pájaros, son lindísimos por donde se los mire. La plaza botero tiene un edificio de “estilo ajedrez” que invita a que se lo mire un rato deleitandose con sus raras formas.
Otro de los lugares visitados fue la Plaza Bolivar, donde está la catedral, que no saben si la hicieron con 1.500.000 o con 8.000.000 millones de ladrillos, según el guía tienen esa duda y no pueden calcularlos.


























Pasamos por dos parques: El parque de los deseos, donde las principales atracciones son un reloj solar y unas conchas gigantes colocadas en forma enfrentada y a 15 metros de distancias, si hablas despacito cerca de cualquiera de ellas, la persona que esta en la otra te escucha como si estuvieras gritando, un efecto sonoro interesante. En el lugar funsiona un centro cultural y dependencias universitarias
















El otro “Parque es el de los pies descalzos”, era domingo y estaba lleno de gente, el lugar es lindo, y la consigna es sacarse los zapatos y caminar por un sendero de piedras como las que se colocan en el hormigón para que estas rudos pedazos de roca te masajen la planta de los pies, no nos pareció algo muy gratificante así que no nos sacamos los zapatos. También salteamos la caminata descalzos por un sendero de arenay la inmersión de los pieses en unas especies de palaganas colectivas, con aguas turbias y sospechosas y repletas de gente devotamente sumergida como en el Ganges.
Al lado del parque de los pies descalzos, hay un edificio inteligente cuyo funcionamiento es muy cibernético; en los alrededores funciona del mencionado parque, funciona un museo interactivo que no visitamos.













 Medellin rinde culto a Carlos Gardel, desde el pueblito Paisa tenemos una vista panoramica del aeropuerto donde se accidentó y perdió la vida el zorzal criollo.




La última estación que propone el Turibus, es el pueblito paisa, una replica de un poblado tradicional de la región de Antioquia que corona la cima del Cerro Nabutara. Pueblito, es un lugar no genuino pero simpático. Diferentes dependencias de un pueblo tradicional se reproducen en Pueblito Paisa, la peluquería, una casa típíca, una estación de radio, la iglesia, y un patio de comidas que imita el estilo Shopping. Hay una especie de terraza, que ofrece espectaculares vistas de la ciudad de Medellín, desde allí se puede ver el aeropuerto donde Carlos Gardel murió en 1935, es increíble y emocionante (al menos para mí) ver como esta ciudad le rinde homenaje a nuestro zorzal criollo. Desde la misma terraza también pueden observarse los edificios más importantes de la ciudad, entre los que se destaca el que pertenece a la una empresa textil y que tiene treinta y ocho pisos. En la terraza en cuestión vimos a un centenar de hijos y padres remontando sus barriletes, fue un espectáculo muy lindo.


Volvimos a Parque del Poblado, donde habíamos comenzado el recorrido, y cuando estábamos allí el guía nos explico que esta plaza fue el lugar donde se fundó la ciudad en el siglo XVII. Medellín, nos hubiera engañado, si no fuera que conociéramos su sangrienta historia, pues a simple vista parece una ciudad tranquila y pacifica, lo único que nos sorprendió fue que las putas y los travestis trabajaran a las tres de la tarde. Por lo de más no parece la ciudad tan famosa por el Cartel de Pablo Escobar, al menos mirandola del Turibus.