Día 37
1 de Junio de 2010
Las Fotos del viaje están en
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1 de Junio de 2010
Las Fotos del viaje están en
Partimos del Camping Overland, luego de despedirnos de nuestros vecinos de múltiples países con los que habíamos hecho muy buenas migas. Estaban los chicos que vivían en Canadá pero ella, era Neozelandesa y él alemán, que dicho sea de paso estaban reparando la tapa de cilindros de su Combi Volkswagen y tenían el motor desarmado en el camping. Había un matrimonio de alemanes jubilados prematuramente por su rechazo al trabajo con un camión Iveco enorme 4x4, que llevaban 5 años de viaje. Un joven suizo viajaba por América en su van Dodge con señoritas de diversas nacionalidad que lo acompañaban tramo a tramo en el viaje, o sea bajaba una y subía otra (esto es lo que Roni le confesó a Javi); el suizo conocía bastante de la Argentina por haber estado allí y había aprendido a hacer pequeñas cosas truchas. Dos matrimonios franceses viajaban con sus hijos muy pequeños en sus Motorhomes, se mostraron muy amables y nos contaron sus historias; uno de los muchachos me contó que era contador de una empresa francesa y que cuando vino la crisis europea le dijeron que si renunciaba le pagaban una indemnización que le sirvió para comprarse una Motorhome de 32.000 euros y para vivir 4 o 5 años en Sudamérica viajando. Dijo que cuando se le acabe la plata verá. Para terminar, entre los acampantes también estaban los matrimonios mixtos, un francés viajaba con su mujer chilena y su hijito discapacitado. Fue emocionante despedirse de toda esta gente con la que convivimos sólo tres días, pero que logró hacerse querer. Más halla de los colores, nacionalidades, estaturas e idiomas, los seres humanos nos parecemos tanto en algún punto. Antes de dejar el Hotel Camping Overland, tuve la oportunidad de charlar con Walter, el dueño del lugar, un suizo que hace 18 años que vive en Bolivia. Cuando argumente que su cambio de residencia había sido muy grande porque los dos países son muy diferentes, me dijo: No! Son parecidos, ambos no tienen mar y tienen montañas.
Además tuvimos que pasar por los suburbios de La Paz conocidos como EL ALTO, lo que es caótico de verdad.
Para llegar a Tiawuanaku (o Tihuanaco, Tiwuanaku, etc, se lo ve escrito de diferentes formas), fue necesario atravesar el caos de La Paz, una vez más, enfrentando su desordenado transito, pero también disfrutando de vistas tales como: Los hombres cebra que intentan ordenar el desorden del transito creando conciencia el los conductores (no se si los bolivianos entienden el concepto, porque escuchamos que hace poco habían pisado a uno); algunas plazas pública y personajes de la ciudad; y el edificio de la "Cervecería Boliviana Nacional"
Superado este escoyo, solamente 70 kilómetros de ruta de altiplano nos separaban de una de las ruinas más reputadas de América. Llegamos al pueblo y buscamos un camping o un hotel que tuviera estacionamiento como para acampar, las ofertas no nos convencieron, entonces decidimos quedarnos frente en el estacionamiento que está entre el museo y las ruinas. Allí había unos quinchos con asientitos como para hacer picnic. Lloramos sin éxito para que nos bajaran en precio de la entrada a las ruinas y los museos. Pagamos 80 bolivianos (47 pesos argentinos) por cabeza, como estaba establecido. No nos quejamos, porque el precio no es excesivo. También le pagamos 60 bolivianos a nuestro guía, Benigno, por sus servicios. Benigno era un lugareño con grandes conocimientos y actitudes para transmitir el legado de la cultura Tiawuanaku. Está se desarrolló entre el 1500 A.C hasta después del 1300 D.C. Está civilización, como podemos ver, tuvo un período muy prolongado en la historia. Para comparar, podemos decir, que el imperio Inca duro sólo un siglo. Los Incas toman este legado, y utilizan su conocimiento para desarrollar su cultura. Obviamente que los Tiawuanaku no fueron esplendorosos todos esos años, tienen un período denominado clásico en el que construyeron sus mejores obras arquitectónicas. Visitamos las ruinas , y pudimos apreciar los yacimientos arqueológicos que fueron desenterrados, y en parte reconstruidos en base a los estudios de los arqueólogos. Gran parte de la pirámide de Tiawuanaku aun está enterrada. Vimos a los arqueólogos realizando excavaciones con equipos de trabajo conformados por campesinos del altiplano Boliviano, pero no pudimos sacar fotos que documenten la tarea que realizaban porque por motivos de seguridad está prohibido. Parece que hay paparazzis arqueológicos que le venden la información a los medios especializados antes de que los arqueólogos publiquen sus propias conclusiones. Tampoco pudimos fotografiar las piezas que se encuentran dentro del museo, como es el caso de un inmenso monolito de ocho metros que estuvo emplazado varias décadas frente al estadio de futbol de La Paz, hasta que lo devolvieron a su lugar de origen. Si pudimos tomar fotos de la puerta del sol, de los templos a cielo abierto, y de las multiples representaciones como el dios Viracocha, el hombre puma, los peces y las representaciones de sacrificios humanos que el felino humanoide gustaba de hacer. La explicación de Benigno, fue muy interesante y muy ilustrativa. Pudimos ver los restos, de una enorme cruz andina emplazada en el terreno, que está perfectamente ubicada con respecto a los 8 puntos cardinales, y que servía como calendario solar a los hombres de entonces para tener certeza con respecto a las cosechas, siembras, pariciones de las llamas y demás comportamientos de la naturaleza que afectaban su economía. Parte de esta obra maestra fue destruida por los conquistadores españoles que ignoraban para que servía y que sentido tenían tales construcciones. Muchas de las Piedras de Tiawanaku fueron sacadas para construir edificios hispanos, y posteriores a la época de la conquista. El yacimiento arqueológico comenzó a ser escavado a principio del siglo XX, y trabajaron en él arqueólogos de renombre de diversas nacionalidades, incluso bolivianos y argentinos. Una de las arqueólogas que trabajo en el proyecto se llama, Linda Manzanilla, cuya basta bibliografía versante sobre los lugares arqueológicos más conocidos del mundo ha torturado por su extensión a Javi en el profesorado de historia. Yo no sé si aburro con esto, pero las ruinas de Tiawuanaco nos encantaron, cada bajo relieve, cada piedra, tiene un porqué y una explicación que permite comprender la cosmovisión de hombre que habitaron otro momento de la historia.
El pueblito de Tiawuanaku, que se extiende junto a las ruinas no está de ninguna forma a la altura de las circunstancias, lo más lindo que tiene es la gente, pero su arquitectura va de los pintorescos edificios de adobe (los menos) a las feas construcciones de ladrillo hueco sin revocar. Los puestos callejeros tienen la gracia y el colorido habitual en el altiplano argentino, chileno y boliviano.
Luego de la visita Guiada y de despedirnos de Benigno, regresamos al estacionamiento donde estaban el tráiler y la camioneta. Junto a ellos había una Mitsubishi L300 4x4 (es como un furgoncito) en parte posterior había un mapa de América, y una inscripción que decía de Argentina – Alaska “La Chancha Viajera” Junto al vehículo vi un muchacho que no superaba los 30 años, me acerque al individuo y le hice la pregunta cuya respuesta sabía ¿Sos argentino? Javí, llego después que yo junto a la camioneta, y cuando escucho el acento de mi interlocutor grito con alegría ¡¡¡Argentinos!!! Patricio, y su mujer Natalia, resultaron ser gente muy macanuda. Nos contaron su viaje, y como pensaban estaban costeándoselo. Ellos hacer artesanías con retazos de tela que van consiguiendo por el camino. Las carteras que cosen con una máquina de coser que va montada en la Mitsu, les permiten ir haciéndose de dinero para avanzar en el periplo. Iniciaron el viaje subiendo al norte argentino y cruzaron directamente a Bolivia. Se toman las cosas con calma, ya van tres meses de viaje y van por Bolivia. Compartimos anécdotas y experiencias. Fue cayendo la tarde, y arreciando el frio, y se nos ocurrió hacer un guiso de lentejas e invitar a comer Patricio y Natalia a nuestro pequeño pero hospitalario trailer. Geral tenía unas cuantas latas de lentejas en conserva, habíamos comprado unas papas, cebollas y zanahorias en el pueblo, pero faltaba algo fundamental ¡La Carne! ¿Sino que clase de argentinos somos? Yo había estado averiguando en un restaurante del pueblo, y me habían dicho que habían carneado una vaca , que su carne era fresquita y que después de las cinco de la tarde estaría en la carnicería de la comadre fulana. Como no sabíamos donde quedaba tal comercio, nos dirigimos al restaurante donde estaba la señora informante. Interrogada la mujer sobre el lugar done debíamos ir sus explicaciones fueron tan poco claras y nuestro entendimiento tan nulo que optó por subir a la camioneta y acompañarnos. El paradero de la carnicera y la sacrificada vaca era cerca, llegamos en pocos minutos. La comadre cuchillera resultó ser una típica paisana boliviana, gorda y con su vestido típico. El lugar era pequeño, y no se parecía ni siquiera a las carnicerías de barrio de la Argentina, era un cuartito de adobe con las paredes encaladas y el piso de cemento. Eso sí, tenía la típica cierra circular de las carnicerías (que no andaba) y un mostrador minúsculo; como única oferta de carne tenía dos medías reses colgadas de una ganchera, una de ellas ya había sido víctima del desposte y no estaba entera. Deduje que cuando ambas medias reces estaban juntas habían conformado la vaca. El tamaño del animal era enorme, sus costillas eran interminablemente largas… Vaca vieja. De nada hubiera servido, la tilinguería de pedir un determinado corte, ya que los nombres y las formas varían de país a país. Entonces opte por decir para que quería la carne. A lo cual la mujer respondió con una pregunta ¿Quiere de la piernita o de la caredita? Yo pensé… Tate, ti, suerte para mi…. Y respondí : De la piernita. Y ahí fue cuando observe el espectáculo. Algunas veces tuve la oportunidad de ver la destreza criolla que tienen los carniceros argentinos cuando despostan… el lomo, la nalga, el costillar van desprendiéndose de la media res a medida que el despostador va dando certeras estocadas con su filoso cuchillo. En cambio lo de la carnicera boliv iana fue una lucha cuerpo a cuerpo con la medía res. Un muchachito la ayudaba forcejear, y la mujer iba desgarrado pedazos que no parecían pertenecer al mismo corte, con un cuchillo que trabajosamente cortaba. Luego la mujer munida de una cierra manual continuó la faena. El resultado fue un pedazo de , que tenía algo de osobuco, la cual parecía cortada con un acha.
Portando un kiló y medio de carne, y después de pagar 30 bolivianos partimos al parqueo donde con Geral hicimos el guiso, de más está decir que por mucho que hicimos hervir y que cortamos la carne en pequeños trozos, esta nunca se ablando. Pero el guiso fue sabroso de todos modos. Mientras cocinábamos nuestros amigos tripulantes de la Chancha Viajera jugaban con los chicos al poker apostando fichas de plástico no convertibles en dinero. La cena fue muy grata, miramos fotos y videos, hablamos de nuestros viajes, hablamos de otros viajeros y sus hazañas y nos reímos. Luego de comer seguimos hablando un rato largo, y finalmente cuando el sueño y el frio nos acobardaron, cada uno partió a su cama. El frio que hizo esa noche en Tiawanaku fue horrendo. “Dormimos” vestidos hasta las orejas tapados con mantas de pluma, mientras el vapor del guiso y la condensación de la humedad ambiente se congelaban pegados en el lado interior de la lona azul del tráiler. Facundo, había comenzado sentir mal estar mientras recorríamos las ruinas con Benigno. Y su estado fue empeorando a largo de la tarde, cuando nos fuimos a dormir comenzó a vomitar. Pobre Facu se pasó toda la noche vomitando visitando a practy poty , temblando de frio y con dolor de panza. De más está decir que todos dormimos muy mal gracias al frío y a la enfermedad de Facu.
Día 38
2 de Junio de 2010
A la mañana siguiente, preguntamos si había alguna salita médica en Tiawuanacu, y luego de no pocas vueltas dimos con ella. Nos sorprendió gratamente el sencillo pero buen equipamiento del hospitalito. El edificio es nuevo, y forma parte de un plan de salud del gobierno de Evo Morales, que como todo gobierno tiene sus cosas criticables pero también sus cosas buenas. El pueblo Boliviano, esta eternamente postergado y el gobierno de Morales está intentando llevar servicios básicos, salud y educación a la población campesina. De todos modos, es muy difícil para un turista evaluar a un país en profundidad, uno siempre ve la superficie. En fin, a Facu en el hospitalito lo atendieron bárbaro.Después de ir al hospital, estuvimos un rato con nuestros amigos argentinos. A Patricio le pase todos los points de mi GPSPartimos que marcaban lugares donde acampar en Bolivia y Perú. Después de charlar un rato enganchamos el tráiler, nos despedimos y partimos a Copacabana, para ello hubo que desandar el camino que nos llevababa a La Paz, y llegar hasta los suburbios de El Alto, y hacer un virage cerrado y peligroso entre las Combis asesinas que me asechaban. De allí no hay muchos kilómetros hasta Copacabana, pero si unas 3 horas porque es camino de montaña.
Luego de la visita Guiada y de despedirnos de Benigno, regresamos al estacionamiento donde estaban el tráiler y la camioneta. Junto a ellos había una Mitsubishi L300 4x4 (es como un furgoncito) en parte posterior había un mapa de América, y una inscripción que decía de Argentina – Alaska “La Chancha Viajera” Junto al vehículo vi un muchacho que no superaba los 30 años, me acerque al individuo y le hice la pregunta cuya respuesta sabía ¿Sos argentino? Javí, llego después que yo junto a la camioneta, y cuando escucho el acento de mi interlocutor grito con alegría ¡¡¡Argentinos!!! Patricio, y su mujer Natalia, resultaron ser gente muy macanuda. Nos contaron su viaje, y como pensaban estaban costeándoselo. Ellos hacer artesanías con retazos de tela que van consiguiendo por el camino. Las carteras que cosen con una máquina de coser que va montada en la Mitsu, les permiten ir haciéndose de dinero para avanzar en el periplo. Iniciaron el viaje subiendo al norte argentino y cruzaron directamente a Bolivia. Se toman las cosas con calma, ya van tres meses de viaje y van por Bolivia. Compartimos anécdotas y experiencias. Fue cayendo la tarde, y arreciando el frio, y se nos ocurrió hacer un guiso de lentejas e invitar a comer Patricio y Natalia a nuestro pequeño pero hospitalario trailer. Geral tenía unas cuantas latas de lentejas en conserva, habíamos comprado unas papas, cebollas y zanahorias en el pueblo, pero faltaba algo fundamental ¡La Carne! ¿Sino que clase de argentinos somos? Yo había estado averiguando en un restaurante del pueblo, y me habían dicho que habían carneado una vaca , que su carne era fresquita y que después de las cinco de la tarde estaría en la carnicería de la comadre fulana. Como no sabíamos donde quedaba tal comercio, nos dirigimos al restaurante donde estaba la señora informante. Interrogada la mujer sobre el lugar done debíamos ir sus explicaciones fueron tan poco claras y nuestro entendimiento tan nulo que optó por subir a la camioneta y acompañarnos. El paradero de la carnicera y la sacrificada vaca era cerca, llegamos en pocos minutos. La comadre cuchillera resultó ser una típica paisana boliviana, gorda y con su vestido típico. El lugar era pequeño, y no se parecía ni siquiera a las carnicerías de barrio de la Argentina, era un cuartito de adobe con las paredes encaladas y el piso de cemento. Eso sí, tenía la típica cierra circular de las carnicerías (que no andaba) y un mostrador minúsculo; como única oferta de carne tenía dos medías reses colgadas de una ganchera, una de ellas ya había sido víctima del desposte y no estaba entera. Deduje que cuando ambas medias reces estaban juntas habían conformado la vaca. El tamaño del animal era enorme, sus costillas eran interminablemente largas… Vaca vieja. De nada hubiera servido, la tilinguería de pedir un determinado corte, ya que los nombres y las formas varían de país a país. Entonces opte por decir para que quería la carne. A lo cual la mujer respondió con una pregunta ¿Quiere de la piernita o de la caredita? Yo pensé… Tate, ti, suerte para mi…. Y respondí : De la piernita. Y ahí fue cuando observe el espectáculo. Algunas veces tuve la oportunidad de ver la destreza criolla que tienen los carniceros argentinos cuando despostan… el lomo, la nalga, el costillar van desprendiéndose de la media res a medida que el despostador va dando certeras estocadas con su filoso cuchillo. En cambio lo de la carnicera boliv iana fue una lucha cuerpo a cuerpo con la medía res. Un muchachito la ayudaba forcejear, y la mujer iba desgarrado pedazos que no parecían pertenecer al mismo corte, con un cuchillo que trabajosamente cortaba. Luego la mujer munida de una cierra manual continuó la faena. El resultado fue un pedazo de , que tenía algo de osobuco, la cual parecía cortada con un acha.
Portando un kiló y medio de carne, y después de pagar 30 bolivianos partimos al parqueo donde con Geral hicimos el guiso, de más está decir que por mucho que hicimos hervir y que cortamos la carne en pequeños trozos, esta nunca se ablando. Pero el guiso fue sabroso de todos modos. Mientras cocinábamos nuestros amigos tripulantes de la Chancha Viajera jugaban con los chicos al poker apostando fichas de plástico no convertibles en dinero. La cena fue muy grata, miramos fotos y videos, hablamos de nuestros viajes, hablamos de otros viajeros y sus hazañas y nos reímos. Luego de comer seguimos hablando un rato largo, y finalmente cuando el sueño y el frio nos acobardaron, cada uno partió a su cama. El frio que hizo esa noche en Tiawanaku fue horrendo. “Dormimos” vestidos hasta las orejas tapados con mantas de pluma, mientras el vapor del guiso y la condensación de la humedad ambiente se congelaban pegados en el lado interior de la lona azul del tráiler. Facundo, había comenzado sentir mal estar mientras recorríamos las ruinas con Benigno. Y su estado fue empeorando a largo de la tarde, cuando nos fuimos a dormir comenzó a vomitar. Pobre Facu se pasó toda la noche vomitando visitando a practy poty , temblando de frio y con dolor de panza. De más está decir que todos dormimos muy mal gracias al frío y a la enfermedad de Facu.
Día 38
2 de Junio de 2010
A la mañana siguiente, preguntamos si había alguna salita médica en Tiawuanacu, y luego de no pocas vueltas dimos con ella. Nos sorprendió gratamente el sencillo pero buen equipamiento del hospitalito. El edificio es nuevo, y forma parte de un plan de salud del gobierno de Evo Morales, que como todo gobierno tiene sus cosas criticables pero también sus cosas buenas. El pueblo Boliviano, esta eternamente postergado y el gobierno de Morales está intentando llevar servicios básicos, salud y educación a la población campesina. De todos modos, es muy difícil para un turista evaluar a un país en profundidad, uno siempre ve la superficie. En fin, a Facu en el hospitalito lo atendieron bárbaro.
Al principio el paisaje que ofrece el altiplano se repite, pero faltando unos 60 kilómetros para llegar a Copacabana, las vistas del lago Titicaca son imponentes. El Titicaca del lado Bolivianos es de un profundo color azul, y su vista desde los balcones serpenteantes que ofrece el camino son muy panorámicas y dan una idea cabal del tamaño de lago navegable más alto del mundo. Curvas y más curvas, cuestas y más cuestas hicieron que pareciera que la colorada tirando del tráiler no llegaría nunca más. Una nota de aventura es cruzar el estrecho de Tikina en una balsa tan desvencijada que hace dudar de su capacidad flotatoria con la camioneta, el tráiler y nosotros a bordo. Sin embargo, pagando 60 bolivianos al cabo de un rato estuvimos del otro lado para continuar nuestro camino a Copacabana. El estrecho de Tikina es la parte más angosta del Lago Titicaca, y separa a las localidades de San Pedro de Tikina y San Pablo de Tikina. Ubicadas geográficamente en un entorno natural privilegiado, en eso ambos pueblos tuvieron buena suerte, aunque muy fueron muy desafortunados a la hora del accionar de sus urbanistas. A las últimas horas de la tarde llegamos a la afueras de Copacabana, donde mostramos nuestros ticket de pago de peaje. La Taza de rodamiento estaba cubierta, y no teníamos que pagar nada, pero como la Policia Boliviana de alguna manera te tiene que cagar, nos cobraron una taza municipal (según dijeron) que daba derecho a ingresar al santuario (Pueblo de Copacabana).
Finalmente llegamos a Copacabana cuando caía el sol. Buscamos hoteles con estacionamiento que nos permitieran acampar (como no hay muchos campings en Bolivia y Perú es muy habitual que dejen a las casas rodantes estar en los estacionamientos de los hoteles, incluso a veces ofrecen muy buenos servicios sanitarios y duchas), pero no conseguimos ninguno. Entonces fuimos con camioneta y tráiler a la Costanera de Copacabana, frente a los bolichichos de chapa que ofrecen trucha en varias formas y algunos otros platos. Salvo el pobre Facundo, que seguía sintiéndose mal por su gastroenteritis y angina, el resto nos dimos el gusto de comer trucha del Titicaca, con papás fritas, arroz y ensalada, y lo mejor de todo a un precio ridículo, $ 18 Bolivianos el plato ($ 10,50 argentinos) Bolivia es muy barato, lamentamos que nuestro el paso por este país sea tan fugaz. Nos quedaremos con las ganas de visitar muchas cosas de este país, pero todo no se puede.
Copacabana es un pueblo muy pintoresco, ubicado en un lugar privilegiado a orilla del Titicaca, tiene algunos hoteles y restaurantes bonitos, hay bolichitos que tienen buena onda. La calle principal que asciende la cuesta hasta la iglesia tiene cierto aire hippy por los personajes extranjeros que la transitan. Abundan las rastras, los pantalones a rayas de todos colores y la bijouterie, pero también están los gringos con ropa deportiva de montaña y sombreros a lo Indiana Jones. Los argentinos trotamundos están mezclados entre la fauna humana. Conocimos a un chico de Coronel Dorrego, que se dedicaba a entregar folletos y hacer publicidad de un restaurancito; el pibe estaba anclado en Copacabana porque no tenía guita para seguir al norte, hasta su objetivo… Venezuela. Sin embargo sobrevive sin esforzarse mucho, le dan la comida y unos pocos Bolivianos que le alcanzan para pagar su alojamiento de 6 bolivianos. Nos contó que nos es buena idea hace dedo en Bolivia, porque nadie para, o el que para te dice: ¡Son 20 bolivianitossss! También, entre los vagos argentinos, encontramos a un muchacho que es mozo de la geselinisima Jirafa Roja, y cliente habitual de El Viejo Hobbit. Cuando uno camina por la callecita más comercial de Copacabana, donde están los restauranticos, las casas de cambio con carteles fluo, los puestos de artesanías y las agencias de viaje no conviene alzar la vista al primer piso, pues allí abundan las paredes de ladrillo hueco sin revocar y la construcción precaria, una constante en Perú y Bolivia. Lo vuelvo a decir Copacabana es muy pintoresco, pero su magnífico entorno natural reclama una ciudad más prolija, más pensada, menos caótica. La iglesia, con características moriscas es una joya admirable y bella; y el lúgubre santuario de las velas ubicado a un lado del templo, que se desarrolla en una más o menos larga galería con paredes pringadas de hollín y cera, parece ser el mismísimo acceso al purgatorio.
Día 39
3 de junio de 2010
3 de junio de 2010
Como la idea era esperar a que Facundo se mejorara, nos dedicamos a profundizar el paseo por Copacabana… nuevamente la callesita de los restaurantes, el encuentro con el argentino de Coronel Dorrego, y el paseo de compras de Geral y Javi por los puestos de artesanías. Tuvimos la oportunidad de recorrer el mercado cercano a la iglesia y ver su modo Sui Generis de manipular los alimentos. Por las frutas y verduras, no hay problema, incluso dan una nota pintorescas al complementarse con los trajes típicos de las cholas. Pero el tratamiento de carnes, lácteos y fiambres, da miedo. Sin embargo, compramos unas chuletas de cerdo (cortadas de otra forma que en la Argentina) que resultaron más cartílago, grasa, hueso y nervio que carne, pero no nos originaron ningún desarreglo intestinal.
Tomamos varias cervezas en los puestitos que estaban enfrente al tráiler y comimos varias porciones de papás fritas en el mismo lugar. También observamos a los bolivianos más acomodados que llegaban a pasear con sus camionetas 4x4 provenientes desde La Paz y aprovechando el feriado. Los bolichitos ubicados en la cuadra frente a la costanera donde vivaqueamos se llenaron de nacionales. Y los puesteros nos pidieron que corriéramos camioneta y tráiler, para permitir estacionar a los comensales. Negociamos para correr solamente la camioneta, pues correr el tráiler tenía sus bemoles. Incluso le sugerí a algunos que llegaban con sus camionetas que tuvieran la amabilidad de estacionar en 45 grados para que entraran más autos. En un par de ocasiones me miraron de arriba abajo con desdén sin dignarse a contestarme. Salvó un señor muy amable, que embullía con su mujer sendas truchas dentro de su camioneta, el resto no me cayó muy bien. De todos modos la muestra es insuficiente para que yo haga una tesis sobre la clase social alta de Bolivia. Después de comer fuimos Javi, Geral, Martín, Geral y yo a andar en unos botes con forma de Cisnes que tienen pedales para propulsarse. El lago estaba bastante picado, y nuestra embarcación se movía bastante, y daba la sensación que se iba dar vuelta cuando la poníamos paralela a las olas. Mi poca habilidad para nadar me produce mucha inseguridad en esas situaciones. Geral también mostraba cierto temor, pero estaba más tranquila. Transcurrida la media hora, quisimos volver al embarcadero donde una chola nos había alquilado el cisne a pedal, pero resulta que el timón se trabó. Gracias a Javi que utilizó sus manos de remo, pudimos volver a la tierra. Pero antes de que eso sucediera estuvimos otra media hora boyando a la deriva por el Titicaca.
Compramos los boletos para ir al otro día a la excursión de la isla del sol. Pero Facu no mejoraba nad , y seguía sintiéndose muy mal a pesar de todo lo que la habían pinchado el culo en Tiwuanaku. A la noche tuvimos que ir nuevamente al hospital, pero esta vez a Copacabana, donde le volvieron a pinchar el culo a Facu, el médico que lo atendió le diagnostico gastroenteritis y verificó que la angina era con placas. Entonces hubo refuerzo de antibióticos, e incorporación a la dieta de otros elementos además del arroz que venía comiendo. Pues Facu, ahora podía comer manzana rallada, banana pisada y gelatina, pero no tenía nada de ganas.
Día 40
4 de junio de 2010.
4 de junio de 2010.
Suspendimos la excursión a la Isla del Sol, porque Facundo iba de mal en peor, entonces renegociamos los boletos para el día siguiente. El traslado en barco ida y vuelta a la isla del sol cuesta 20 bolivianos por personas, nosotros tuvimos que pagar 20 más para renovar los boletos para el día siguiente. Habíamos pedido unas truchas en el puesto Nro 20 “Titicaca Sagrado”, para llevar como vianda a la Isla del Sol, pero como no fuimos ese día optamos por desayunarlas. Es sin duda muy apropiado comerse una trucha a las 8 de la mañana.
Fuimos a la estación de servicio que hay en la entrada del pueblo, para cargar combustible. Cuando llegue, los playeros no se dignaban a salir de la oficina. Entonces, el que se digno a ingresar a la misma fui yo. Pregunte si había diesel (si decís gasoil no te entienden, piensan que es nafta por la asociación que hacen con la palabra gasolina). Primero me dijeron que no había, pero cuando me estaba yendo me dijeron que quizás podían salvarme. Que no tenían en el grifo (surtidor) pero que tenían unos bidones para venderme a 3,80 bolivianos x litro, ese es el precio habitual, el combustible es más barato que en Argentina. Yo dije compraba, que estaba bien. Entonces me dijeron: A ver espere, el precio ha subido… 6,80… Es precio internacional. Yo les pregunte si me veían cara de pelotudo, y los trate de ladrones. La conversación termino mal y me fui sin gasoil con el tanque casi vacío. Estaba con una calentura que me moría, y la estación más cercana distaba a 40 kilómetros. No había cargado en el camino confiando en la estación de Copacabana.
Bajamos al pueblo, y yo me devanaba los sesos para solucionar el problema del combustible. Empecé a preguntar y nadie sabía dónde podía conseguir gasoil. En una de esos leo un cartel que decía “Lubricantes, combustibles”. Era un localsito insignificante, en una esquina. Me atendió una niña, y cuando le pregunte si había gasoil, me dijo que sí. Compre un vidon de 20 a 5 bolivianos por litro. Era caro, pero el precio se equiparaba con el de Argentina.
El día se presentó radiante, el sol brillaba. El lago estaba planchadito. Javi, Geral y Martín aprovecharon el buen precio del alquiler de kajak para navegar por el Titicaca. Volvieron contentísimos. Yo confieso que me sentía decaído, y que tenía cagaso de darme vuelta con la canoíta en las aguas heladas y profundas del lago.
El resto del día no hicimos, nada que no hubiéramos hecho antes en Copacabana antes.
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