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Juan Pablo Roncoroni, Villa Gesell. Tengo varios blogs que versan sobre distintas cosas... la cerveza, el placer de viajar y escribir.

jueves, 29 de abril de 2010

Llegamos a Chile, y un perro olfateo nuestra carga ilegal.



Luego de un cruce maravilloso de la cordillera de los Andes, que nos sumergió en el paisaje que viera el General José de San Martín cuando cruzó estas montañas para liberar Chile, llegamos al puesto de frontera integrada Argentina - Chilena, que en concordancia con la idea anterior, se llama Paso Los Libertadores. Los libertadores son el argentino José de San Martín y el chileno Bernardo de H'oggins. Era nuestra primera frontera en nuestro vuelta a Sudamérica. Dado el nivel de organización y coordinación que ambos países se esfuerzan por tener, creímos que el pasar de un lado al otro iba ser un simple y corto tramite. Pero precisamente la buena organización chilena fue lo que nos retraso y nos regaló una  anécdota difícilmente olvidable. En principio hicimos los tramites migratorios, basto con hacer una cola en las ventanillas de ambos países y llenar un formulario para que todo estuviera bien, nosotros las personas ya podíamos ingresar a Chile. Sólo faltaban los trámites de aduana. Con Geral teníamos experiencia con autoridades aduaneras chilenas, porque en 2009 nueve habíamos cruzado la misma frontera en nuestra TATA SUMO. Sabíamos que los chilenos se toman su trabajo responsablemente y revisan todo. Son muy amables y correctos, pero hay que armarse de paciencia porque cuando decimos revisan "todo" es "todo".


Así que empezamos por elevar con la manivela nuestro trailer y armarlo como lo hacemos cuando dormimos, mientras los uniformados revolvían minuciosamente pero ordenadamente nuestros trastos, ropa y toneladas de comida no perecedera transportada. El Delta 330 pasó la requisa sin dificultad alguna; incluso los olfateos insistentes de un perro dotado de un férreo entrenamiento. Fue precisamente este pichicho quien  comenzó a ladrar como loco al descubrir nuestro bolso térmico en el área de carga de nuestra camioneta. Como nosotros creíamos que estos perros buscan drogas, y a su vez nos sabíamos inocentes de transportar estupefacientes, no entendíamos porque el can ladraba tanto. Es más yo había escuchado alguna vez historias de turistas a los que narcotraficantes les habían llenado su automóvil de cocaína, valiéndose de la distracción de los pobres chichipios, para pasar la droga por la frontera. En eso estaba pensando cuando, el funcionario que sujetaba al perro por la correa ordenó... ¡Abran el bolso!  Del fondo del bolso, que tiene pretensiones de heladera pero que no enfriá un carajo por mucho que lo enchufes al toma-corriente del auto, no sacaron un kilo de cocaina, ni varios ladrillos de marihuana, ni 50 dosis de éxtasis... No definitivamente no. Del fondo del puto y azul  bolso extrajeron un tomate. Un tomate, no muy grande, pero si lozano y rojo, en su exacto punto de maduración. Un tomate mendocino, bronceado por soles cuyanos que habíamos encontrado en una góndola de un supermercado como paso previo a nuestro picnic en el Cerro de la Gloria.


Cuando un va llegando a cualquier paso fronterizo chileno grandes carteles advierten sobre la prohibición de ingresar al país, frutas y carnes crudas y/o no envasadas. Los chilenos son tenaces y minuciosos para aplicar sus barreras sanitarias, y la violación de estas normas suele tener consecuencias onerosas para el transgresor.
Descubierto el tomate, nos convertimos automáticamente en eso.... En violadores. Como primera medida el tomate fue secuestrado por las autoridades aduaneras, sin importar que uno llore o argumente que el tomatito es un compañero de viaje al que se le tiene cariño. El tomate, en primer lugar, marcha preso. Y después uno mismo puede llegar a  terminar en una celda. La meticulosidad chilena con respecto a sus barreras sanitarias puede parecer exagerada pero lo cierto es que Chile, si bien padece de males tales como terremotos y Tsu-namis no cuenta entre sus desgracias a la hormiga negra o enfermedades de la frutas, verduras y ganado que si son comunes en Argentina, Bolivia y Perú. La producción agropecuaria chilena es muy sana, y requiere de menor cantidad de pesticidas; y parece que la quieren mantener así.

Cercano a la rueda trasera de la Disco, yace el bolso contenedor del tomate.
El muy malvado del perro, luego de haber hecho su trajo... duerme. 

Mientras Geral y los chicos esperaban, y sacaban cálculos de las exiguas horas de luz que nos quedaban para llegar a algún lugar apto para abrir el trailer y dormir, yo fui conducido amablemente a una oficina. En esa dependencia se me informó que debería comparecer ante el juez de faltas (o algo así), que este funcionario público leería una declaración que a continuación se me tomaría, y que de acuerdo con mi argumento decidiría absolverme o cobrarme una multa que no iba olvidar en mi vida.

El Tomate, y todos los cargos que pesaban sobre él.

Mientras la escribiente apresurada se empeñaba en registrar todo lo que yo decía, argumente que la aparición del tomate en el fondo del bolso se debía a un descuido que no teníamos intenciones de quebrantar ninguna norma, ni de engañar a las autoridades aduaneras traficando tomates. Que de hecho el tomate era sólo uno, y no un cargamento que hubiera podido hacer factible algún tipo hortaliza-trafico del que pudiéramos sacar algún rédito económico. Aproveche para  manifestar que : había visitado Chile en otra oportunidades, el país me parecía muy bonito y ordenado, su gente muy educada, y sus carabineros y autoridades muy correctos y honestos. Agregue que yo no era quién para romper tanta armonía, y que me parecía bien los controles.


La Chica que tomó mi declaración dijo: Espere aquí el juez debe expedirse. Cuando pregunte si podía volver con mi familia que esperaba afuera, me dijo NO! Entonces automáticamente me convertí en un infractor incomunicado, sentado frente al escritorio como un acusado en su banquillo. Mi única compañía durante los siguientes veinte o treinta minutos fue él tomate, que estaba junto a un montón de papeles sobre el escritorio. 
Cuando el aburrimiento, los cálculos delirantes de cuanto costaría la multa y la incertidumbre de saber donde levantaríamos campamento esa noche estaban por hacerme estallar el cerebro, la escribiente reapareció. Extendiéndome un papel rubricado y sellado me dijo: El Juez lo ha perdonado por está vez, pero dijo que sea la última.... ¡Bienvenido a Chile! Por suerte no había tronado el escarmiento. 

Así fue como los cinco integrantes de la expedición (Geral, Javi, Martín, Facundo y yo), con  la Discovery (la colo) y el Delta 330 nos introducimos en el territorio chileno y afrontamos las mil curvas que descendían abruptamente al Pacifico. Nuestra República Argentina quedaba atrás, y al parecer lo mejor de la aventura recién comenzaba.


martes, 27 de abril de 2010

Mendoza, última base operciones Argentina.



Ayer a la noche llegamos a Mendoza sanos y salvos. Estamos disfrutando de la hospitalidad de la familia Santos y su finca las Madras. En el trailer dormimos cómodamente, ya probamos 2 noches y todo bien. Estamos a punto de realizar nuestro último asado argentino, luego vendrán 6 meses de abstinencia gauchesca.
Hoy recorrimos algunas bodegas, reparamos la bomba de agua del trailer que por supuesto se rompió.

Estuve husmeando bastante en la bodega de los Santos el tema de elaboración de vinos. Ya levantaron la cosecha en la finca, pero siguen llegando uvas de otros viñedos. Ellos alquilan las instalaciones de la bodega para que otros que no tienen equipamiento puedan procesar su uva. Si vos ves como tratan a la uva, los cajones en que llega, como la muelen, como trasvasan mostos, como los recirculan para hacer algo que se llama remonte, no lo podrías creer. ¡Cero desinfección y no se les contamina! Vino un tipo con una Ford Ranger llena de cajones de plástico con uvas malbec. Las pusieron en una moledora enorme de acero inox que prensa la uva y separa los escobejos. Juntaron el mosto en los mismos cajones sucios que vinieron y lo volvieron a subir a la camioneta y se fueron pa las casas. Cajón, sin tapa, al aire, increíble.


Ayer Patricio Santos me hizo tomar la densidad de unos 15 tanques, a las muestras me hacía tirarlas en un carrito de acero inoxidable abierto que ya estaba lleno de vino. Me dijo, eso dejalo ahí que mañana se lo agregamos a algún tanque.... Increíble!!!! Y el vino sale barbaro! Todas estas reflexiones vienen a cuenta de que como fabricantes de cerveza conocemos lo fácil que se hecha a perder nuestra birra cuando no somos extremadamente cuidadosos con su manejo.



Estuvimos 3 días en Mendoza, en la finca las Madras, bodega de la flia santos. el viejo ronqueta nos ha abierto puertas para siempre. el trato recibido por parte de la familia expropietaria de las bodegas norton y actual propietaria de bodega Cuchillas de Lunlunta, fue más que excelente.nos sentimos realmente como en casa. llegamos en plena cosecha, las uvas de la finca ya habían sido levantadas pero llegaban camiones con uvas de otras fincas a cada rato. en el lugar las uvas eran molidas y despalilladas por máquinas y los fermentadores de la bodega iban llenándose a pleno, un espectáculo noble y bello. a patricio y a pedro, los hijos de Ricardo los martirice con preguntas, pero fueron muy amables. nuestro trailer estaba estacionado entre los viñedos y el galpón de la bodega, nos dieron luz, 220, baños pulcricimos,WI FI, agua, parrillas, varias cajas de vino, pero sobre todo nos brindaron su amistad. También conocimos a Otto Suter, un muchacho muy amable (descendiente  de los Suter del vino) que es un importante colaborador en la bodega. con cierta tristeza dejamos la tierra del malbec, previo paso por la termas de Cacheuta.













Viñedos en la Finca Las Madras



Bodega Di Tomasso